Víctor Manuel Mendiola
(Ciudad de México, 1954). Poeta, periodista y editor. Ha colaborado entre otras publicaciones, en la revista Vuelta y en la revista Nexos, así como en los periódicos La Jornada, Reforma, El Universal y Milenio. Desde hace treinta y tres años es editor de Ediciones El Tucán de Virginia. Es el creador de la colección de libros La Centena (publicada por la Dirección General de Publicaciones de CONACULTA), la cual dirigió entre 2000 y 2006 y en la que se publicaron alrededor de 140 títulos de poesía, ensayo y narrativa. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía: Vuelo 294 (1997), Las 12:00 en Malinalco (1998), Papel Revolución (2000), La Novia del Cuerpo (2001), Tan Oro y Ogro (antología, 2003) y Tu mano, mi boca (2005); los ensayos: Sin Cera (2001), Breves Ensayos Largos (2001), Xavier Villaurrutia: La comedia de la admiración (2006); El surrealismo de Piedra de Sol, entre peras y manzanas (2011) y La suave patria. El ángel que acompañó a Tobías (2013).
POEMAS DE VÍCTOR MANUAL MENDIOLA
Tu Mano, Mi Boca
59 variaciones sobre un plato (fragmento)
29. En el centro del plato pones, con ingenuidad y pacíficamente, la carne de un buey, un cerdo o un cordero. ¿Te la crees? ¿Piensas que estás afuera de la ley feroz de la saliva que envenena o del diente que rompe y rasga?
30. En el centro de un plato pones la rapidez de una lechuga. El aire sopla en la verdura.
31. En el comedor escuchas la percusión, el temblor, el temor, el tambor de los platos.
32. En el centro de un plato miras cómo las cebras se deshilachan en negras blancas hebras. En todo plato hay una cerámica de África. El león está detrás.
33. El plato sostiene al buey, al cordero y a la verde hoja larga, expuestos entre el grito y el colmillo.
34. El plato tiene la apariencia de una superficie, pero es la trampa de una bolsa retráctil. Una garra como un guante de sangre. Un estómago.
35. De niño veía la sombra blanca del plato y me quería hundir en su borroso lago de sangre.
36. El plato es una planta carnívora.
37. En esa planta mides tu hambre y tu sed; el peso y la largura de tu paso; los kilos de presión en tu mordida.
38. Sentarse a comer con alguien, estar en la mesa, hacer sonar apenas, o mucho, los platos: representar la digestión de adentro en el teatro de afuera.
39. Los ruidos de mi estómago y del tuyo en este momento fueron las palabras de amor de hace dos horas frente de nuestro plato.
40. Sobre la superficie de la mesa relumbra el pozo mudo de mi plato, su ruido azul de boca me atraviesa.
41. Te miro a los ojos; te miro con hambre, te miro con mi boca; quiero guardarte; déjame abrazarte con mi estómago.
42. Cuando decimos “te amo” o “te quiero” no deberíamos señalar la sonrisa o el cabello, tampoco la espalda; sería mejor hablar como nos hablamos en el silencio de la cama o del baño. Los sentimientos me hacen mentir.
43. En el dominio del plato puedo decir: necesito husmear tu pie, probar tu áspera axila desdoblada, aspirar las fosas de tu cuello caliente, tocar el anillo de tu cuerpo, comer de ti, comer de tus huecos. Roer tu hueso, tu adentro. Déjame.
44. Cuando nos dejamos de amar, ya no comemos juntos ni nos comemos. El teatro de afuera extravió el teatro de adentro. No somos un plato que corre en la velocidad de su placer sino un vaso estrechándose sin acento ni rima.
45. En un plato no sólo pones tu alimento; depositas los gramos y las pulgadas de tu cuerpo. Tu carne y tus huesos. Sobre todo tus huecos.
46. Una ecuación: deseo = hambre, o a la inversa; pero quizá sería mucho mejor: amor = plato = boca = estómago.
47. El plato es una boca abierta. Dále de comer.
48. Vi a dos caracoles hacerse dos bocas en mis narices sobre mi plato. Era el beso más apasionado de la historia del cine.
El huevo duro
A Tomás y Antonieta
De la cestilla tomo el frágil huevo.
Sobre la mano pesa su redondo
blanco sin peso —tan callado y hondo,
tan oro y ogro como un medioevo.
Con la cuchara hasta el perol lo llevo
y el tiempo mido; en el hervor lo escondo
y miro cómo el miedo baja al fondo;
ser viejo y duro es un febril renuevo.
Todo es la blanca forma del espanto.
atrapada la nuca picadura
y el gallo a la mazmorra reducido,
es el huevo la nota de otro canto
y oro sin ogro guarda la armadura;
mi cena, el duro huevo envejecido.
No hay verdad ni temor, tampoco engaños
y la casualidad es mi andadura.
Thot escribe mi nombre en los extraños
pergaminos de todo: empieza y dura
la vida; sube y cesa la verdura
del Nilo y vagan vagos los rebaños.
Arriba, entre los soles de mi puerto,
amor y soledad, ocaso y orto
caen en el reloj de mi destino.
Pero el destino sabe en mi ojo abierto
todos los soles. Mientras, sigo absorto
en la perplejidad de mi camino.
Blancura
Al hacer el amor
pienso que la blancura de tu cuerpo
pierde sentido sobre
la blancura del mío
como si fuera inútil
que un color se disuelva
sobre el mismo color.
Pero un minuto más tarde comprendo
que las calladas olas pálidas
de nuestros cuerpos
sí tienen un sentido,
porque cuando se encuentran
son el paisaje
de un ruido tan callado,
móviles ondas quietas,
y que nos apretamos
de la misma forma
que se aprieta un cristal
bajo la presión del viento
rompiéndose en un abrazo
de astillas y hendiduras,
fragmentándose
en un silencio de agua y aire
dentro de nuestra carne
en la noche del cuarto.
Y que tiene sentido
romper tu espejo contra el mío
para mirar
en las quebradas piezas reunidas
mis pies o hallar tu boca
en la blanquísima repetición
de nuestros cuerpos.