Tamyn Maulén
(Santiago de Chile, 1985). Estudió Filosofía en Chile y Letras en Argentina. Ha publicado los libros de poesía SHHHHH (Ediciones Felicita Cartonera, Paraguay, 2010) y PAF (Ediciones PorNos, Argentina, 2011). Es creador del LEA (Laboratorio de Escritura de las Américas), iniciativa desarrollada en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Paraguay, México. Es creador del sello editorial PorNos.
POEMAS DE TAMYN MAULÉN
Un día yo voy a morir
Un día yo voy a morir hermano:
Somos iguales te das cuenta
Y cuando esté muerto abuelo
Y tú me olvides mujer por favor
Sólo te pido una cosa papá:
que crezcas siempre abrazada a tu hermana
Y la escuches hijo y la ames. Porque una vez
nos miramos, nos herimos y hasta hicimos
el amor trescientas veces mujer
Tú que nunca me entendiste padre
Por favor no llores hijo
que tu herida es mía.
No tengo trabajo
No tengo trabajo.
Mi trabajo es salir de noche
Llegar borracho a casa
Y ser un signo de interrogación
En la vida de mis padres.
Mi trabajo es despertar atrasado
Desayunar las sobras del almuerzo
En un rincón escondido del patio
Y preguntarme allí cómo es posible
Que exista un tipo como Whitman.
Mi trabajo es dormir la siesta
Mi trabajo es mirar el techo
Mi trabajo es bendecir la maleza
Mi trabajo es faltar a la universidad
Para conversar con los muertos
Los muertos que viven en los libros
Los libros que a veces no son libros
Mi trabajo es decirte no tengo trabajo
Excepto morirme un día de estos
¡Bum! Explotar en un fuego artificial
Sabiendo que viví mi vida en un engaño
Pero en un engaño señores
Un engaño distinguidas damas
Un engaño que me he inventado yo.
Nancy
A Nancy la conocí en la universidad.
Tiene la misma edad que yo, las mismas dudas.
Venía poco a clases y yo asistía siempre
Porque claro, se acostumbra uno
a no pensar y no sentir y no mirar.
Después de 9 meses, con mi amigo Gonzalo
fuimos a visitarla al hospital.
Estaba hermosa como siempre
pero nunca tan bella como ese día.
Su hijo Lautaro no dejaba de llorar.
Nancy tapaba su boquita con el pecho
Nancy venía poco a clases
Nancy no venía a la universidad
Nancy es mamá y yo un niñito tonto
que asiste como zombie a la universidad.
A Nancy la conocí en la universidad.
Tiene la misma edad que yo y antes
me gustaba, quería casarme con ella.
Ahora la amo. Pero amo más a Lautaro
chupando el pezón de Nancy
la madre, Lautaro, la madre, Gonzalo
La chica que no asistía a la universidad.
Si te hablo ahora
Si te hablo ahora es porque no estoy solo.
Porque vivir es orinar en un árbol
de noche, después de una fiesta imperfecta
donde la chica te dijo que no pero tu amigo
«vamos a casa que algo de vino hay por ahí»
Dice meando a tu lado, partiendo en 2 la soledad.
Quedarse nuevo en una calle antigua.
Si te hablo ahora es porque puedo verte.
Las letras O son mis ojos conversándote.
Estoy solo y sin embargo aquí estás tú
que haces de este libro más que cartón
más que palabras drogadas arriba del papel
que das muerte a la palabra vida
que mojas completa la palabra desierto.
Somos 2 y sin embargo algo ocurre
Ahora, en este instante, cuando somos 1:
—Porque acá no hay palabras
Acá no hay 3 líneas
Acá estamos juntos
El gran aprendizaje
El gran aprendizaje de la vida
Consiste en saber que no eres distinto
No vales menos que un abrazo
Ni más que un plato frío de lentejas
no eres diferente
Todos somos la misma mierda
Ergo, no hay que creerse cuentos
El niño es el padre del hombre
Ver la vida como lo que es:
Un par de trastos sucios arriba
del mantel floreado y plástico
que tú decides si limpias o no.
No hay que escribir palabras
No hay que escribir palabras
Abrazos puños sonrisas y golpes
Cachetadas flores llantos moretones
No palabras nunca palabras
¡No hay que escribir palabras!
Hay que pintar grafitis feos
en el muro más bello del barrio.
Si verdaderamente son palabras las palabras
Tienen que hacerle ¡paf! al corazón
¡Pum! al rostro ¡splash! al egoísmo
La poesía es todo menos yo
La poesía es todo menos shhhhh
Silencio, no hay que escribir palabras
¡Crash! Explosiones y bombas
¡Bang! Balazos que levanten muertos
Versos que traigan paz
Donde sólo había batallas
Poeta, poemas hacemos todos
¡Milagros es lo que falta!
Ofrecer pan donde no exista hambre
El mantel tiene que estar con vino
¡Mánchalo siempre poeta!
No hay que escribir palabras
¡No escribas palabras!
Ríe o llora pero de verdad
Con eso basta
y sobra.
El día que me muera
El día que me muera
De todas formas tienes que estar feliz
Pues toda mi vida me viví
A pesar de los golpes las rejas los condones
Me viví. Siempre fui tuyo
Y sin embargo siempre fui mío
Volé del mundo sin alas
Sin miedo, sin calculadora
Entonces tienes que estar feliz
Pues no fui bueno ni malo
Ni valiente ni cobarde
No te compré un auto ni te escribí un libro
Y mucho menos barrí el comedor
Fui muy feliz y muy triste
Lloré mucho y me reí el triple
Desobedecí la mayoría de las veces
Pero siempre escuché a mi corazón
Siempre obedecí a mi corazón
Siempre quemé mi corazón
Entonces tienes que estar feliz
Porque a pesar del frío y la muerte
Te lo digo en la cara:
—Te quiero
Estuve vivo
Mi padre nos enseña a orinar
Mi padre nos enseña a orinar
Saca su pene gigante y oscuro
Y la orina cayendo
Es el sonido más hermoso
Que jamás he oído.
No me venciste cuando me pegaste
No me venciste cuando me pegaste
Me venciste porque me enseñaste.
Regalaste mi bicicleta al vecino que no tenía corazón.
Yo no te hablé durante un mes,
Entonces me venciste.
Jamás me venciste con golpes.
Porque amaste más,
Por eso me venciste.
(Quisiera que mi vida, toda mi vida
Fuera tan sencilla como amar.
Amar lo que sea, pero amarlo bien,
Amarlo con todas mis fuerzas
No amarme a mí, amar otra cosa
Y ser simple y pequeño y prescindible).
Me venciste porque me enseñaste
Abriste las ventanas
Para que saliera mi hediondez
Y un día me llevaste al edificio más alto
A la punta más elevada de los Andes
A la cima de los Himalayas y allí
Apuntando al fondo de mi pecho
Me mostraste
Todo lo chico que soy.
Mi padre
Mi padre creía
Que un mundo mejor es posible.
No creía en tesoros, ni en vinos caros
Creía en los amigos y le daba lo mismo
Tomar sopa en una taza plástica
Con una cuchara de plástico:
Lo importante está en el interior
Me decía apagando la TV.
No creía en la TV
Ni en las noticias
Ni en las palabras
Ni en las promesas
Ni en la justicia
Ni en Chile
Ni en Dios y sin embargo
Yo creía en él.
Creía en sus ojos mapuches
Llegando cansados del trabajo.
Creía en su camisa blanca
Sus zapatos viejos que lustraba
Transformándolos en nuevos.
Creía en su magia.
Creía en su mano pesada
Buscando mi mano.
Creía en su voz ronca en mi oído
Sencilla, cotidiana
Diciéndome hijo.
Aún creo, papá.