Rafael Courtoisie
(Montevideo, Uruguay, 1958). Poeta, narrador y ensayista. Miembro de número de la Academia Nacional de Letras. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Su antología Tiranos temblad obtuvo el Premio Internacional de Poesía José Lezama Lima (Cuba, 2013).
Obtuvo el Premio Internacional Casa de América (Madrid) de Poesía por su libro PARRANDA (Editorial Visor, Madrid, 2014). Antología invisible (Visor, Madrid, 2018), El libro de la desobediencia (novela, Nana Vizcacha, Madrid, 2019), El libro transparente (Libros del Mississippi, Madrid, 2020) y Antología inventada (Fondo de Cultura Económica, México, 2020; con ediciones en Francia, Italia, Brasil, Estados Unidos) son sus títulos más recientes.
Ha recibido, entre otros, el Premio Fundación Loewe de Poesía (España, Editorial Visor, jurado presidido por Octavio Paz), el Premio Plural (México, jurado presidido por Juan Gelman), el Premio de Poesía del Ministerio de Cultura del Uruguay, el Premio Nacional de Narrativa, el Premio de la Crítica de Narrativa, el Premio Internacional Jaime Sabines (México), el premio Jaime Gil de Biedma y el Premio Blas de Otero (España). Ha sido Profesor Invitado en Florida State University (Estados Unidos), Cincinnati University (Estados Unidos), Birmingham University (Inglaterra) y la Universidad Nacional de Colombia, entre otras.
Su novela Santo remedio (Madrid, Lengua de Trapo, 2006) fue finalista del Premio Fundación Lara. Goma de mascar (Madrid, Lengua de Trapo, 2008, La habana 2016) y El ombligo del cielo (Santiago de Chile, 2012, Montevideo, Random House, 2014), La novela del cuerpo (Montevideo, 2014) y El libro de la desobediencia (Montevideo, 2017) son sus más recientes novelas.
POEMAS DE ANTOLOGÍA INVENTADA
TAMBIÉN LA VERDAD SE INVENTA
Todos los textos de este libro han sido soñados y escritos por mí. El poeta del siglo XXI, en ocasiones, debe ser muchos para ser uno, para encontrar esa esencia que viene desde el fondo de la historia y desde el comienzo de la literatura y nos hace humanos. Mi abuelo literario, Isidore Ducasse, el Conde de Lautréamont (L’autre à Montevideo), afirmaba que la poesía debe tejerse entre todos.
Esta ANTOLOGÍA INVENTADA está hecha de los poetas que he amado y de algunos (pocos) que no he amado pero que forman parte de mí, esta antología reúne poetas inventados y otros que fueron poetas aunque no escribieran versos conocidos: Juan Rulfo, Franz Kafka, Ludwig Wittgenstein. También aparecen algunos que son la negación de la poesía: aquí puede leerse un “inédito” de Donald Trump donde revela quién mató a Kennedy, entre otras terribles cosas.
Antonio Machado dijo: “Se miente más de la cuenta/ por falta de fantasía: / también la verdad se inventa”. Aquí no se miente ni un ápice, se dice la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, pero para decirla recurro a un juego de máscaras.
ANTOLOGÍA INVENTADA reúne textos desconocidos de autores reales, vivos o muertos, textos reales de autores desconocidos, imaginarios, posibles o imposibles, textos que construyen una poética polifónica, heterodoxa, múltiple.
Es mi propia voz la que trata de desplegar un mundo de voces entre la intertextualidad y la invención que es, como hubiera dicho Octavio Paz, “homenaje y profanación”, deconstrucción y nacimiento.
Esta ANTOLOGÍA INVENTADA escrita de mi puño y letra (en ocasiones más con el puño que con la letra, a veces más con la letra) es, más que un libro de poesía, un proyecto cultural que emplea, entre otros procedimientos, tal vez lo contrario de un ejercicio de “heteronimia”: una práctica de asimilación y suma dialéctica de las voces de la tradición para crear desde la tormenta y el salto, desde la ruptura con esa tradición.
SYLVIA PLATH LEE UN POEMA DE VALLEJO
ANTES DE COMETER SUICIDIO
“Me moriré en Londres con aguacero”
es un buen verso, creo
ya dejé a los niños a buen recaudo
ya abrí la puerta del horno, ya giré
el grifo del gas, ya puse mi cabeza
en Auswitchz, mi rostro de judía
hermosa en el horno de la cocina
de rodillas, hincada, como si fuera
a decir mi última oración, te rezo
a ti, Ted, oficial de las SS, príncipe
doméstico, mi amor, mi cielo, my
sweet heart, my honey, dejé el pastel
de fresa que tanto te gusta, listo
en el refrigerador, para ti,
el libro que aborreces
de César Vallejo, mal traducido
al inglés en su lugar, a la izquierda
en el tercer estante
del anaquel, junto a esos sonetos
tan estúpidos, tan falsos
que escribiste para mí
mi vida.
Cuando llegues
-advertido por la policía
y los vecinos-
no enciendas la luz
de la cocina.
La deflagración
podría quemar
este poema.
Sylvia Plath
(Londres, 1963)
LA ESCRITURA DEL CIRUELO
Quieto, bien hundido
en la tierra echa pezones
dulces por las ramas.
Imito al ciruelo
cuando hago
un poema
tan desnudo en invierno
sin fuego, ni caballo, ni mujer.
Imito el gesto del ciruelo.
Me río como loco
doy saltos, finjo
la primavera.
Wen Li Fu
(China, siglo XIII)
SIEMPRE OTRA
Porque me viste desnuda
te encandilé y te confundiste
durante el relámpago:
me llamaste Mary.
No te preocupes.
Otros se equivocan
a menudo como tú
dentro de mí
y me llaman
Lydia, Rebecca, Lucy
o simplemente rebuznan:
“honey, bitch
grease my cock
dirty dear,
oh, yeah”.
No te preocupes
encima de mí
casi todos cometen
muchos errores.
La próxima vez
muérdete la lengua
divino.
Judy Higgins James
(Iowa, 2006)
MÍSTICA
De rodillas, de rodillas
hubiera subido el Monte
Ávila si me lo pedías.
De rodillas, desnuda
pronuncié la “a”
que querías, entoné
la “o” que te gustaba
dura
humedecí
tu palabra
con mi lengua.
Una vez, en la Guaira
me rogaste que imitara
un perro: gemí, dolida
atravesada
por ti y este poema
es el eco
de aquel aullido
en cuatro patas.
María Luisa Bunge
(Caracas, 1951)
CAVE CANEM
Pierdo la memoria, desaparecen
los nombres de las cosas, cesa
la palabra “perro” y aparece limpio
el ladrido, las fauces, la mordida.
La bestia de los años devora
los recuerdos: ya no importa
la carne de tu nombre, queda
el hueso.
Svetana Staiev
(Leningrado, 1948)
INÉDITO DE ALFONSINA STORNI
Tú no me viste, Horacio, cuando bebí el mar de un trago.
Te escribí un poema que un muerto no puede leer.
Te llamé en la noche absoluta, viuda, sonámbula.
Te llamé en la mañana de ese día, pero ya no estabas.
Detesto esa canción, Horacio Quiroga, la aborrezco:
“te vas Alfonsina con tu soledad, qué poemas nuevos
fuiste a buscar. Larará, lará, larará. Lará, lará, larará”.
Qué tontería.
¡Ninguno!
En el fondo del mar
sólo hay piedras.
Ahora dame la mano
invisible, Horacio.
Bésame sin labios.
(Mar del Plata, 1938)