Paula Castillo
(Bogotá, Colombia 1998) En 2019 obtuvo el premio nacional de poesía «la palabra espejo sonoro» de la casa de poesía Silva. Algunos de sus poemas aparecen en la antología «como la flor, voces de la poesía Cuir colombiana contemporánea» editada por editorial planeta; y en la revista mexicana Círculo de poesía. Actualmente cursa el pregrado de creación literaria de la Universidad Central y trabaja en su primer poemario
POEMAS
BESOS DE CEREZA
Siempre veía cómo las gotitas rojas del Bonice se derretían en su boca y se escurrían por sus dedos.
Le regalé todos mis tazos, la serpiente más larga de plastilina y mi postre del almuerzo,
los días húmedos nos obligaron a construir una casa para las dos en un rincón del jardín de niños
donde ocurrieron las mejores orgías entre las barbies que no querían conocer un Ken,
un sin fin de desayunos hechos con flores de potrero y bolitas de papel crepé.
Bajo la mesa de plástico rosada, cubierta por almohadas y cobijas
juntas atesoramos juguetes robados, nubes con las formas más curiosas
y la ternura de nuestras lenguas teñidas de rojo enredándose a escondidas.
***
Dios llora en silencio como si fuera pecado.
Su familia le dijo que los hombres no lloran, mucho menos menos si son dioses,
que él es el hombre de la casa,
y no solo de la casa: es el hombre del mundo.
Le dijeron que solo los maricas lloran,
dios quiere ser marica.
Dejar de ser él por un rato para poder sentarse a llorar en la silla de un bus,
dejar de fingir que por ser dios no quiere arrancarse la piel
o que no siente ganas de convertirse en lágrima sin tener que esconderse
en su pequeño edén de ausencias.
***
CURSIVA
La maestra me obligaba a enredar las letras dibujando serifas al final de cada una,
se entrelazaban como manos y unían sus vidas en contra de su voluntad.
Repetía frenética: Las niñas escriben en letra cursiva.
Entonces me habría gustado ser niño para poder separarlas, romperlas,
despegarlas de la hoja llena de cuadritos tristes,
meterlas en el lápiz para llevármelas a casa
y liberarlas en las paredes blancas de mamá
libres de renglones y cuadritos.
PIOJOS
Ahora sé que la infancia está cundida de caminantes
que succionan sangre e inocencia.
Mamá amasa mi cabello mientras el champú escupe espuma y piojos,
cierro los ojos como si de eso dependiera mi vida.
Sálvame madre, llama a la abuela y juntas espúlguenme el alma,
construyan una cama juntando las uñas y exploten mi cuerpo en ellas.