Mónica Muñoz
(Venado Tuerto, Argentina, 1957). Poeta, trabajadora social, columnista radial de literatura, ex-librera. Publicó los poemarios Moviola (Ediciones Juglaría, 2003); Anika (Ediciones el Suri Porfiado, 2008) y Amanecidos (edición de autor, 2016). En el año 2005 fundó la revista de artes y letras de América, Alas de Gaviota, de la cual es directora y que desde noviembre de 2019 es revista digital: www.alasdegaviota.com.ar. Ha publicado poemas y artículos en publicaciones nacionales y extranjeras. Ha participado en Ferias Internacionales del Libro, Festivales de Poesía y Encuentros de Escritores en: Argentina, Chiapas (México), Chile, Nicaragua, Bogotá, Cuba y Marruecos. Estudia Licenciatura en Artes de Escritura en la Universidad Nacional de las Artes.
Poemas de Mónica Muñoz
Del libro Amanecidos
Los amanecidos
No hay barbarie que no se inaugure
con una negación del pasado.
Jorge Jinkis
Y a la bartola
haciendo de las mías
en el país del tuerto
es rey.
L. Lamborghini
No es la primera
ni será la última que
la poesía meta su lengua
harapienta
en la garganta seca de
para
cavarle el seso
descerrajarle el oído.
No no
sin dudas
no será la última que sufrirán
el guante escrachado en su cuidada cara
la carca carca carcajada
endemoniada
soberana
contra el nudo nudillo espectral
de la garra
agarrada al botín
El alma de miles les carcajeará en su cara perfecta
Somos
los descolocados de siempre
no tenemos andén ni paz para el cruel pan de acero
pero sí palabras
y bien que sabemos usarlas.
¡Y no hablemos de culpas por favor!
Bajen de una vez esa truculenta espía
carcelera de alegrías.
No somos zombies modernos
atolondrando nuestro triángulo maíz y noria
ni cómplices silentes en los umbrales.
Por si no se han dado cuenta
hemos desasesinado el pasado perfecto
la palabra amordazada
cuerva del mañana.
No importa si tus orejas se encrespan
tu boca se empiedra
Vamos detrás de la palabra que fuga y tiembla,
que contiene el corazón de un niño
y también el mío.
Qué si este verso desprolija tu historia
dice más de ella
aunque te pese
aunque nos duela.
Vinimos al mundo por la grieta
mejor dicho
nacimos agrietados y soberanos
no me vengas ahora con el cuento de
una realidad de tela mansa
que la única mansa que conozco
es la mortaja
y esa no habla
aunque diga.
¿Si tengo bronca?
no por eso me llevas ventaja
Quitá ya de mi vista
tu misil de sangre
que a vos
te sobra terror
y como bien dicen por ahí
las lenguas de fiar
no hay mejor perseguidor
que un perseguido.
El asaltado y otras postales urbanas
I
El asaltado ya no traspone el límite de su sombra
ha descubierto que un ojo superior lo vigila
El ojo, prisionero en su elipsis, ya no transpone
el peso del párpado
ha descubierto la reja de sus pestañas
en la sombra
La sombra tajó el credo del asaltado,
el ruedo del ojo
y el perfil sensible de todas las cosas,
hoy.
II
El asaltante se sabe destituido
desterrado de la lengua
Fabrica nuevas sintonías
para abordar un signo
uno nomás
que le permita el retorno
al mundo de los vivos.
III
El cuchillo, la daga, la estaca
la mano caliente
crucificada de antemano
la sangre agujereando la pared
el grito, la llama, el llanto
y un mundo que cada vez sabe más
de víctimas y orfandades.
IV
Arremolinadas figuras en andenes subterráneos
recrean la residencia espectral de las hormigas
cavan, se atropellan, se muerden, se amasijan
descreen todo el tiempo
del vecino casual
sólo buscan
partir el reloj de sol
hallar un latido confiable
Algo más que máscaras.
V
Alguien le hincó el diente a la casa del otro
lo sorprendió y le cortó la red
—¿No sonó la alarma?
—Los pobres no usan alarma
ni cerco
sólo cuatro aparatos
que cubren sus carencias
Un desesperado hincó el diente en la casa del otro
En el vacío de su noche creyó que
—Buscaba dinero
—¿Buscaba dinero?
—Hacía frío
—¿Buscaba calor?
Un joven desesperado cortó la red
de la casa del otro
revolvió su vida
se alzó con su vacío
y huyó hacia la frontera
la inexpresable nada
vestida de blanca, fumo, paco