Maria do Rosário Pedreira
Nació en Lisboa, Portugal, en 1959. Esta reconocida poeta, escritora y editora estudió Lenguas y Literaturas Modernas en la Universidad Clásica de Lisboa. En 1996 publicó su primer libro de poesía, A Casa e o Cheiro dos Livros, y desde entonces ha sido autora tanto de poesía como de novelas, literatura juvenil, ensayos, crónicas y letras para fado. Como editora, estuvo detrás del surgimiento de varios de los autores contemporáneos más destacados de Portugal, como José Luís Peixoto y Valter Hugo Mãe, y también publicó las colecciones de literatura juvenil O Clube das Chaves y Detective Maravilhas, las cuales han tenido una excelente acogida en Portugal. Entre sus libros publicados está su antología Poesía reunida, que en 2012 ganó el premio de literatura de la Fundación Inês de Castro.
Poemas de Maria do Rosário Pedreira
Arte poética
Num romance, uma chávena é apenas
uma chávena — que pode derramar
café sobre um poema, se o poeta,
bem entendido, for a personagem.
Num poema, mesmo manchado
de café, a chávena é certamente a
concha de uma mão — por onde eu
bebo o mundo em maravilha, se tu,
bem entendido, fores o poeta.
No nosso romance, não sou sempre
eu quem leva as chávenas para a mesa
a que nos sentamos à noite, de mãos
dadas, a dizer que a lata do café chegou
ao fim, mas a pensar que a vida é
que já vai bastante adiantada para os
livros todos que ainda pensamos ler.
No meu poema, não precisamos de café
para nos mantermos acordados: a minha
boca está sempre na concha da tua mão,
todos os dias há páginas nos teus olhos,
escreve-se a vida sem nunca envelhecermos.
Arte poética
En una historia, una taza es tan sólo
una taza, que puede derramar
café sobre un poema, si el poeta,
entiéndase bien, es el personaje.
En un poema, así esté manchado
de café, la taza es con seguridad el
cuenco de una mano; por donde yo
bebo el mundo en éxtasis si tú,
entiéndase bien, eres el poeta.
En nuestra historia, yo no soy siempre
quien lleva las tazas a la mesa
donde nos sentamos cada noche, enlazando
las manos, para comentar que la lata del café
se terminó, pero pensando que es la vida
la que ya ha avanzado mucho para los
libros que todavía quisiéramos leer.
En mi poema no necesitamos café
para mantenernos despiertos: mi
boca está siempre en el cuenco de tu mano,
todos los días hay páginas en tus ojos,
la vida se escribe y nunca envejecemos.
***
O meu mundo tem estado à tua espera; mas
não há flores nas jarras, nem velas sobre a mesa,
nem retratos escondidos no fundo das gavetas. Sei
que um poema se escreveria entre nós dois; mas
não comprei o vinho, não mudei os lençóis,
não perfumei o decote do vestido.
Se ouço falar de ti, comove-me o teu nome
(mas nem pensar em suspirá-lo ao teu ouvido);
se me dizem que vens, o corpo é uma fogueira —
estalam-me brasas no peito, desvairadas, e respiro
com a violência de um incêndio; mas parto
antes de saber como seria. Não me perguntes
porque se mata o sol na lâmina dos dias
e o meu mundo continua à tua espera:
houve sempre coisas de esguelha nas paisagens
e amores imperfeitos — Deus tem as mãos grandes.
***
Mi mundo ha estado esperándote; pero
no hay flores en los jarrones, ni velas sobre la mesa,
ni retratos escondidos al fondo de los cajones. Sé
que un poema se escribiría entre nosotros dos; pero
no compré el vino, no cambié las sábanas,
no perfumé el escote del vestido.
Si oigo hablar de ti, me conmueve tu nombre
(pero ni pensar en suspirarlo a tu oído);
si me dicen que vienes, el cuerpo es una hoguera:
me crepitan brasas en el pecho, trastornadas, y respiro
con la violencia de un incendio; pero parto
antes de saber cómo sería. No me preguntes
por qué el sol se mata en el filo de los días
y mi mundo continúa esperándote:
siempre hubo cosas de soslayo en los paisajes
y amores imperfectos; Dios tiene las manos grandes.
Fado
Dizem os ventos que as marés não dormem esta noite.
Estou assustada à espera que regresses: as ondas já
engoliram a praia mais pequena e entornaram algas
nos vasos da varanda. E, na cidade, conta-se que
as praças acoitaram à tarde dezenas de gaivotas
que perseguiram os pombos e os morderam.
A lareira crepita lentamente. O pão ainda está morno
à tua mesa. Mas a água já ferveu três vezes
para o caldo. E em casa a luz fraqueja, não tarda
que se apague. E tu não tardes, que eu fiz um bolo
de ervas com canela; e há compota de ameixas
e suspiros e um cobertor de lã na cama e eu
estou assustada. A lua está apenas por metade,
a terra treme. E eu tremo, com medo que não voltes.
Fado
Dicen los vientos que las mareas no duermen esta noche.
Estoy asustada esperando que regreses: las olas ya
se tragaron la playa más pequeña y derramaron algas
en las macetas del balcón. Y, en la ciudad, se cuenta que
la plazas acogieron por la tarde a decenas de gaviotas
que persiguieron a las palomas y las mordieron.
La chimenea crepita lentamente. El pan todavía está tibio
en tu mesa. Pero el agua ha hervido ya tres veces
para el caldo. Y en casa la luz se debilita, no tardará
en apagarse. Y tú no tardes, que hice una tarta
de hierbas con canela; y hay mermelada de ciruelas
y merengues y una manta de lana en la cama y yo
estoy asustada. Sólo está la mitad de la luna,
la tierra tiembla. Y yo tiemblo, temiendo que no vuelvas.
***
Mãe, oxalá eu nunca tivesse largado a tua mão:
com o menino ao colo, fez-se a estrada maior do
que o meu desespero, amarrotou-se de velho meu
coração tão claro. Eu tinha catorze anos antes
do estrondo, catorze anos e meio antes do teu
grito, quinze anos cumpridos quando afastei o
véu dos teus cabelos: se me dizias sempre que não
fosse para longe, porque pediam o contrário os
teus olhos parados? Ainda por cima, mãe, chegar
ao campo foi como bater a uma porta cansada –
mil tendas que eram velas remendadas, barcos para
ficar de novo pelo caminho. Trouxeram-nos mantas
cheias de perguntas; tentaram-me com doces
para me pôr no lugar; mudaram ao meu irmão
a fralda com as mãos frias. Mãe, eu disse-lhes que
o menino era meu; e agora, quando ele procura os
teus seios no meu corpo sem formas, cubro com
o teu véu os meus cabelos e canto-lhe baixinho
canções de açúcar. Não sei que idade tenho, mãe,
mas oxalá eu nunca tivesse largado a tua mão.
***
Madre, ojalá yo nunca hubiera soltado tu mano:
con el niño en brazos, se hizo el camino más largo
que mi desesperación, se arrugó de viejo mí
corazón tan claro. Yo tenía catorce años antes
del estruendo, catorce años y medio antes de tu
grito, quince años cumplidos cuando alejé el
velo de tus cabellos: si me decías siempre que no
me alejara, ¿por qué pedían lo contrario
tus ojos parados? Además, madre, llegar
al campo fue como llamar a una puerta cansada;
mil tiendas que eran velas remendadas, barcos para
quedarse de nuevo por el camino. Nos trajeron cobijas
llenas de preguntas; me tentaron con dulces
para ponerme en mi lugar; con las manos frías
le cambiaron el pañal a mi hermano. Madre, yo les dije que
el niño era mío; y ahora, cuando él busca
tus senos en mi cuerpo sin formas, cubro con
tu velo mis cabellos y le canto bajito
canciones de azúcar. No sé qué edad tengo, madre,
pero ojalá yo nunca hubiera soltado tu mano.