Margarito Cuéllar
(San Luis Potosí, México, 1956). Poeta, narrador, periodista y editor. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y maestro en Artes. Ha obtenido dos premios nacionales de poesía en su país y uno de cuento. En 2003 obtuvo el premio de poesía convocado por Radio Francia Internacional. Finalista del Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora de Venezuela en 2011 y 2014. Algunos de sus libros son: Cantos para el único brazo de Blaise Cendrars (México, 2015); Vigilias (Chile, 2013); Las edades felices (España-México, 2013 y 2015); Baladas para las estudiantes que se gradúan (Ecuador, 2013); El mundo será otro (Ecuador, 2013); Animalario (México, 2012); Cuaderno para celebrar (Colombia, 2012) y Estas calles de abril / Saga del Inmigrante (México, 2008). Su poesía reunida se publicó en México bajo el título de Música de las piedras, 1982-2012. Autor del libro de cuentos Los riesgos del placer (México, 2002 y Colombia, 2015) y del libro de aforismos El sueño de la sombra & Spondylus (México, 2010). Su poesía ha sido traducida parcialmente al inglés, portugués, alemán, búlgaro, italiano y rumano. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte en el área de letras. Obtuvo el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer por Obra Publicada 2014.
PODCAST DE POEMAS DE MARGARITO CUÉLLAR
POEMAS DE MARGARITO CUÉLLAR
Rayo de luz o quebradizo junco
Arrojo al aire la última moneda.
Las primeras gotas del sol
-rayos de luz o quebradizos juncos.
Reciclo aquellos días con alfileres.
Con la tormenta sube la marea.
Jardines del eterno retorno
Excepto el hígado –desertor solitario o traidor a la patria-
los otros artefactos lucen bien.
Corazón, páncreas, ilusiones,
entonados como un verso de Emily Dikinson.
No me vean así
si luzco pálido como madera de laúd,
clara de huevo o juventud pasada por agua
es que el amor se llama espejo giratorio.
Musas del interés social
Pasa un grupo de casas de interés social:
Fraccionamiento Las Musas
y firmo un cheque en blanco.
Mientras le brotan alas a mi escorpión azul
el sol degrada el hielo de las hojas.
La lluvia nada tiene que decir hoy.
Galeno
Cuando extravié los pies del habla
me devolvió la voz;
licencias, versos libres,
los músicos perdidos de la orquesta.
Me salvó de la hoguera Marcos Silber.
Vuelvo a mi patria aunque las bombas canten.
Johann Sebastian Bach para principiantes
… el espíritu moderno está dotado de una pobreza y de una frivolidad tales que con razón se sonroja al verse comparado con los autores que pretende proscribir: a nuestro Bach sobre todo, cuya inspiración derrama tanta fantasía como ciencia.
J. N. Forkel, 1802
El que toca la cítara entre el canto del molino y el olor a panes Veit Bach, panadero de Presburgo, primera generación de una dinastía que hizo de la música un bosque de luces.
El que vivió entre María Bárbara Bach y Ana Magdalena es Johan (Turingia, primavera de 1685 – Leipzing, verano de 1750)maestro del contrapunto y padre de 20 hijos.
Lo que brilla es la luna, a cuya luz el pequeño Johann Sebastian El Huérfano transcribe por las noches piezas para clavicordio empeñado en saber si el órgano posee pulmones suficientes para hacerse oír.
El hijo de Maria Elisabetha Lämmerhirt y Johann Ambrosius Bachno es
todavía
el príncipe de los virtuosos, mientras llega el momento compone piezas
para órgano en la capilla de Weimar.
Viejo anticuado, casi ciego, creador de tocatas y fugas llenas de adornos “las infelices consecuencias de su muy poco exitosa operación” causaron
su muerte.
Olvidado por siglos, resucita en relojes, pipas y cajetillas de tabaco;
tazas de café, muñecos, caramelos.
El verdadero Bach soy yo, dice el asteroide que lo nombra
y una música plena de excesos barrocos invade el cielo.
El cirujano de John Keats
Abro las ventanas de su pecho,
cruzo corredores verdes
y arranco de un instrumento –el corazón, parece-
acordes, ritmos agitados, cartas por escribir.
Lo hago con suavidad para que no despierte
y me sorprenda, impostor cuchillo en mano
diseccionando el aire prematuro de la vida.
Corto despacio. Busco indicios de amor en sus tejidos,
pigmentos inmortales en la corteza de sus penas.
Abro una puerta, me detengo en la flama
de un astro encendido en sus entrañas,
avanzo hacia el fulgor de un planeta que da vueltas y vueltas.
Hay un camino de flores y algunos lagos.
En su sangre diminutas criaturas vivientes
con el gen que da sentido a la belleza.
Pasillos estrechos y puentes de cristal,
puertas que comunican una pieza con otra.
El día se gasta y es hora de volver
bisturí en alto, al punto de partida.
Entre ramas secas,
como un bicho que desconoce el poder de sus alas
encontré este poema.
Sílabas para el único brazo de Blaise Cendrars
Mi camino: el relámpago
mi alimento: la llama:
«la vida florece en los ventanales del sol».
Aldea de libros
bandeja de pan que recién sale del horno;
ese olor guía a un ejército con hambre.
Historia y libros nada son en común.
Hay recintos
–templos de la historia de hoy–
el signo inventa la danza.
En El Sabino Gordo la apuesta es
musa o alcohol;
un ramo de flores, un oso de peluche
sobre la mesa.
La filosofía no es bien vista.
El planeta es feliz sin filósofos que lo salven.
El planeta es la historia
y la historia la ruina del planeta.
La solemnidad
para los maestros de ceremonias
y los capitanes de vuelo
¡viva la solemnidad!
Historia filosofía melancolía
–con acento o sin él–
riman lo mismo.
Señor, odio la historia
y la filosofía
la melancolía y los libros,
me vuelven loco
los ombligos de los que pende
un pequeño planeta
luminoso y profundo
y un ramo de labios
bendice mi espalda.
Señores del jurado,
detestar la historia no implica
renegar de un país.
Dos cuerpos en f(r)otación
desprenden más calor
que una planta de energía.
Suficientes dos bocas
para invocar una tormenta,
pero si son cuatro o seis
las flores que conspiran
el estallido es mayor.
Ninfas bailan vertiginosas
en los campos de niebla.
La primera persona
No pidan que me porte bien
para ganar el cielo/
quiero la tierra, mas no encima de mí.
No me den tickets a la eternidad
denme sueños suficientes para vivir.
No llamen por teléfono
para ofrecer vacaciones en el paraíso
(con mi padre en la altura es suficiente
–sigo esperando
que me cuente cómo es allá–).
Si van a juzgarme antes de cometer el crimen
dejen que pise el acelerador.
Defensa propia
Me acusan de ser infiel a verso y vivir en amasiato con prosa. Yo digo: respiración no altera canto.
Me acusan de hablar en ordinario; ¿qué gana el que habla en libro? ¿Tengo solapas y colofón? ¿Ven alguna letra impresa en mis hojas?
Noche de lluvia con blusa rosa mexicano y escote pronunciado
Para Miguel Ángel que me regaló el título.
Para el Dr. Dorasco, que gustó de la bella.
A Ernesto Lumbreras y Altazor, noctámbulos del bar Gil.
Diecisiete pronunciados veranos
humedecida llegas por la lluvia
–como arrojada del relámpago–
a sepultar ocho horas de oficina
en la primera cerveza de la noche.
El doctor dice, piensa, imagina
–a la doceava copa da lo mismo–:
«en la blancura de esos promontorios
–nombrados también pechos–
yo me habría acabado de criar».
Cinco manos se elevan
en homenaje a la de enfrente
que nos ataca ahora
desde la altura de sus medias
y esa risa –qué triste–
la envidiarían la Janis y Edith Piafh.
Ella rinde homenaje al dolor y al desprecio
pide al cantinero otra de José Alfredo
y que saque a esos pinches borrachos.
Los infieles
Dejan la vida en el placer, amanecen desnudos y somnolientos
le están poniendo veladoras al diablo
para que la ira del esposo dolido no los encuentre.
Sólo el recuerdo los hace perdurables:
un día amanecen con un cuchillo helándoles la sangre
o una bala en la frente les apaga la sed.
Improvisación sobre un tema de Ezra Pound
Es posible que ellos
tengan mejores casas que nosotros,
alguna alfombra persa, un baúl colonial
autos de modelo reciente.
Quizá lleven el uniforme
–como una flor de paja–
del amor disolviéndoles los huesos.
Otros llevan cadenas de oro para ahorcarse
se repiten amor de la noche al delirio
hasta que Dios en loros los convierte.
Un frío de estambre nos visita
domingo podría ser
salud por despertar, por estar juntos.
Ama el suicida
El más bello regalo de la vida es la libertad que nos permite abandonarla a nuestra hora...
André Bretón
Hermanos míos, yo celebro el disparo porque es la condición de volver a la tierra
como pájaro al que se le termina el horizonte.
¡Cuánta tristeza ondula
la soga sobre el cuello del ahorcado!
Qué le importa al suicida despedirse;
no le acerquen pluma y papel ni la voz de una lámpara:
ama el suicida la hoja de afeitar en el paso civil de las
venas cortadas;
ha elegido el abismo para su vocación
su faro es altamar y la imagen del muerto
su barca es impulsada por diez guerreros mancos.
Suicidarse es practicar el rito más hermoso del mundo:
adiós vena astillada, cabellera en reposo,
frasco de pastillas, adiós, adiós. Primera plana del diario de
la tarde,
jauría de curiosos en los apartamentos
antiguas ganas de bailar sin otra compañía que el roce de la
noche, adiós, adiós.
Por Sabino Estrada y Pedro Castillo.
Noche de Bogotá
El universo de esta noche tiene la vastedad del olvido y la precisión de la fiebre.
Jorge Luis Borges
La lluvia inyecta su frágil gravedad en las venas del aire
los autos ponen punto final a la ciudad.
La torre de la iglesia me recuerda
una conversación con Dios.
Edificios vigilan en sus ojos de teja;
el lucerío como mil ojos parlantes.
La radio transmite una canción de Agustín Lara.
Sólo el frío no duerme:
nochitud en silencio, pies de gato.
Para Ana,
relámpago en la distancia.
Mi enfermera
Alegre mi enfermera como viernes por la tarde o sábado en la mañana.
El desahuciado vuelve a su color al solo paladeo de su nombre.
En tres letras encierra el festival de todas las campanas.
No nació de la costilla de nadie, Dios preparó la harina para vestirla.
La tierra deja de girar en su eje para contemplarla.
Mi corazón se detiene para nacer de nuevo entre sus manos.
Y soy feliz cuando ella pasa, alegre como un póker de ases.
Su cofia escribe la crónica de los hospitales del mundo.
En su día libre el índice de muertos llega al cielo ¿qué será si mañana se jubila?
Los pájaros la envidian, se suicidan los ángeles y yo muero con tal de que su
canto me reviva.
Sus pestañas me protegen del agua aunque no llueva.
Baila y el aire se detiene cortado por el hilo de sus pasos.
El día que no esté será de noche siempre y reinará en la tierra la tristeza de
antes.
El mundo será otro si en vez de ejércitos hay enfermeras.
Doctor Vértiz 185, interior 5
Para Carlos López
Mi vecino pasea a sus perros con el alba.
Uno es negro por dentro y verde por fuera.
Otro es blanco de dientes para arriba;
tiene aires de sicario
guardaespaldas o puercoespín.
Al perro negro no le caigo bien;
al blanco tampoco, pero lo disimula
y guarda sus colmillos en un estuche de oro
si ejercito en voz alta mis quevedos.
El dueño de los perros
aparte de ser el dueño de los perros
desnuda por las noches
a la Dama de los Cabellos Ardientes.
Barba Jacob sería feliz en esta vecindad
de impresores de sueños y músicos de un rato,
ninfas en la niebla,
grafiteros en busca de su cueva de Altamira.
Versitas arrojan el anzuelo
al fondo del antiguo lago
por si pica un pez gordo
o anclan en su Titanic de papel
los dioses de la fama.