Luis Miguel Madrid
(Madrid, España, 1960). Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense, especializado en literatura hispanoamericana y yaveismo candeal. Es fundador y director de la revista de cultura Babab, socio fundador de arde (Asociación de Revistas Digitales Españolas), presidente de la sociedad editora Mañana es Arte y colaborador en diversas revistas y organizaciones artísticas. En Colombia, ha participado en el Festival Internacional de Poesía de Bogotá (ediciones XI, XIII, XV, XVII y XIX), la Feria del Libro de Manizales, habiendo sido seleccionado y publicado en varias antologías de poetas españoles/colombianos. Su actividad literaria abarca una variada producción. Como poeta ha publicado: Rúa das janelas verdes (XIV Premio Internacional Arcipreste de Hita, 1994), La caja italiana, Bomarzo, María de los demonios, El cine de las sábanas blancas, El sacrificio de ganar, entre otros libros; como dramaturgo: Coño, El día que me hice caca, Tripa de guanajo, Dulce desazón, etc.; y entre su producción tiene también publicaciones como cuentista, crítico literario, letrista o chascarrillero. Actualmente acaba de terminar su último libro de poemas, Un gol en la frente, de próxima aparición, y trabaja en su siguiente poemario, Los ilusos, con el que espera concluir una etapa basada en la semántica de las casualidades.
POEMAS DE LUIS MIGUEL MADRID
No era el mar
El silencio parecía un relincho de caballos,
Existía la paz, desconocíamos el ruido,
pero por los adentros algo bravo vibraba
que no era el mar.
La torpeza
Ya te digo que soy torpe
cuando riego las plantas, cuando trato
de volverme a disculpar ante el hilo de tus ojos.
Que como siempre me enredo, tropiezo y caigo
boca arriba en un pozo de amnesia
en el que sólo recuerdo tu nombre.
De golpe me despierto con la regadera en las manos,
miro las macetas inundadas y las llamo como a ti.
Acaricio sus hojas como si fuera tu pelo,
me asfixio entre sonrisas con su aroma
hasta que choco despistado con tu aliento
y vuelvo a de recordar el mal que te he hecho.
El presunto amor
Los nudos que teje el mar mientras dormimos
la madrugada deshace con un paño,
como si limpiara una tela de araña con penas construida
por los demonios de los sueños.
Después, el café largo de tus dedos
se posa entre mis labios, como diciendo
que ha clareado otra mañana y he sobrevivido en las venas
del presunto amor de mi vida.
En el nombre de esta página
Este inmenso espacio delimitado por esquinas,
que linda a la izquierda con la página anterior
y a la derecha con tus dedos
debería estar cubierta con equis,
como esas que se ponían al final de las postales
para significar besos, uno por aspa;
o como esas otras cruces
que marcaban el vértice de aquel poema
especialmente dedicado.
Yo hoy no soy nadie y escribo como tal,
en el nombre de esta página,
marcada a sí misma en este verso
que desde este lado del tiempo te recuerda,
de la misma forma que un brazo mutilado
siente el pulso de su mano inexistente.
Madragoa
Llegar a Ítaca es necesario
para encontrar la desembocadura del Tajo.
Hay que llegar más lejos que el error
y volver luego a la alquimia de Bomarzo,
desandar siglos y mesetas,
atravesar paisajes de cerezos,
fronteras de mentira y recordar mientras te miro
las letras de un demonio que se llamó Pessoa:
«soy del tamaño de lo que veo».
A la península de los amores imperdibles
que está junto al Bairro Alto
le dicen Madragoa y se llega amando
por los costados de los cuatro gigantes
que llevamos dentro.
Que las semanas pasen
Que las semanas pasen
para olvidar los años.
Que los peces crezcan
como este inmenso miedo
de ser valiente.
Que vengan cosas y acontecimientos,
que la nada imponga
lo que pueda y en los cajones
donde se archiva la pena
que la muerte viva.
El derecho del revés
Has sido halagada con la sabiduría y condenada a la duda.
Así, los conocimientos crecen con la lluvia,
pero también el asombro y la indecisión.
Circula la vida como aceite
en el pozo donde todo se extravía
y los sentidos, que nada razonan,
son los pálidos vigías
de este mundo en que el derecho,
vale lo mismo que el revés.
La espera
Si me visitó yo la esperaba,
cuando me observaba la miré,
mientras me escuchaba no tuve más remedio que callarme.
Así la quise mientras ella me olvidaba.
Los días pasaron y con la vida sigo
alargando cenas como si mascara chicle
y en cualquier caso
utilizando los reojos por si el tiempo cambia.
Los amores imperdibles
A la península de los amores imperdibles
se llega caminando del revés.
La grosería de la verdad se manda al fresco
para hacer de lo imposible lo más cierto:
que yo sepa recorrer tus lados
y que tú andes por mi aliento.
Dolencias
Me duele el pecho cuando pienso en ti,
cuando pienso en ti me duelen las plaquetas,
las anginas operadas en el 75 y los huecos
que tengo entre los dedos de los pies.
Son achaques entrañables que me alivian
de aquellas otras dolencias que sufría
cuando te conseguía olvidar.
Olvidos
Para Eva
Junto a ti me olvido de los papeles leídos,
de los cuadros vistos, de toda aquella cultura estabulada,
del arte de subasta, de los genios repetidos
con los que gastaba cuatro noches por semana
y todas las mañanas de domingo.
Junto a ti me pongo un güisqui
y me desparramo en el sofá
extasiado en el oficio de mirarte.
Tiempo
Por ella se hizo viejo,
no le importó perder los dientes, el pelo y las ganas
de aprender.
Pasó su tiempo a toda prisa y la alcanzó
antes de que la edad se la llevara.
Compartieron dos años en el mismo asilo
y visitaron el sur del mar la misma madrugada.
Malos pensamientos
Sus pensamientos escocían repitiendo ebullición,
maltratándole con las artes malas que tienen los recuerdos,
echando sal después de abrasar
la herida sin cicatrizar de su mala conciencia
La niña de las siestas
Soy un fantasma limitado, mis posibilidades
son tan modestas que no puedo actuar
más que a primeras horas de la tarde,
y en ese tiempo mi niña duerme sus dulces siestas.
Ella se tiende, se ovilla, se retuerce, profundiza
en mundos diferentes a los nuestros.
Cuando despierta, mi actuación ha terminado.
Ella mira algunas veces al rincón donde me encuentro
y se frota los ojos
mientras yo me voy desvaneciendo.
El castigador
El monstruo aquel no era
de los que comían vidas, destrozaban cuerpos
y dejaban la habitación ensangrentada.
Aunque asediaba igual, su pretensión tenía
una violencia singular: utilizaba el terror de la palabra.
Robaba a sus víctimas el tiempo, les obligaba
a estar pendientes, a escucharle durante horas
mientras él se curaba de su triste soledad.
Es bueno tener
Es bueno tener una mujer en casa,
que se tumbe en el sofá o se bañe
aunque lo haga a solas,
y que abrace tu almohada y duerma en tu misma cama
aunque tú duermas en otra.
Es bueno regar el hogar con el fresco aroma de una dama
aunque sea infiel o pase de ti como las ostras.
Lo importante es el olor, la suave caricia de su piel
en las sábanas o en las cortinas que roza.
Soy feliz
Como los tontos, los niños, los borrachos y los fontaneros
soy feliz.
Por eso sonrío mirando los tejados
y bailo conmigo mientras cambia el color de los semáforos.
Me comporto como idiota porque soy feliz,
porque soy feliz.
El cielo es azul, mi sastre es rico y el mundo una noria
con los acontecimientos justos
para divertirse.
La pata
Meteré la pata como siempre
que digo que te quiero.
Estoy condenado a equivocarme
en tres cuartas partes de las dudas
de esta larguísima partida.
Pero me la sigo jugando al as de oros
que no existe entre las cartas de nuestra baraja.
Y apuesto el resto repitiendo lo que dije
en la segunda mano de esta parrafada.
Me casaría contigo
Me casaría contigo si no fuera
porque tú no quieres hacerlo conmigo
y otra serie de circunstancias adyacentes.
Ya sabes: tu madre, tus tías, tus hijos, tu marido…
Por eso me rindo: se puede luchar contra un imperio
pero no contra los elementos.
Sueños
Me duermo sólo cuando consigo marcar el gol que no metí
En aquel partido que no jugué porque sabía
Que iba a fallar el tanto más importante de mi vida.