Jorge Mario Echeverry
Poeta bogotano nacido en 1963 en Pereira. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Nacional de Colombia y realizó estudios en Relaciones Internacionales. Diplomático de carrera. Miembro fundador de la revista de poesía Ulrika. Libros de poemas: Azul, al filo de los cuerpos (Cuadernos Ulrika, 1985), Arquitectura del silencio (Editorial El Astillero, 2002) y Los días quedan (Uniediciones, 2016). Poemas suyos han sido traducidos al francés, el inglés y el portugués.
CÉSAR VALLEJO
Para Guillermo Martinez Gonzalez
Si hubiese sido sordomudo
igual habría cantado,
igual,
habríase sacado los huesos de las carnes
y habríalos hecho sonar,
como si nada,
como si fuese absolutamente necesario,
pues bien sabía él
que el poema
es anterior a cualquier palabra, anterior
a la invención misma del lenguaje,
que está hecho de fuego –el poema–
de pedazos de estrella
de este saberse bestia, y sin embargo
el corazón,
y sin embargo
esta necesidad de acercarle un poco de calor
a cuanto tiene frío:
él, tan ovejo, tan caballo,
nos mira de frente
y, por sobre cualquier vanidad de la cultura,
levanta su brazo
con una palabra de amor entre los dedos
y la deposita en el corazón del hombre,
porque de otra manera cómo,
porque de otra manera para qué.
MARTA
Puesto que no pienso, me he puesto a pensar y la recuerdo
sombra de un día
que fuera breve
alegre y dulce como el beso que me diera,
Marta en la boca, en mis catorce,
una noche en la puerta de su casa, antes de irse.
Qué es de Marta, dónde está,
qué ha sido de ella. Sus ojos verdes, sus brackets,
su cabello negro, sus téticas incipientes en mi pecho.
Tan audaz, que osó dejar un beso suyo en mis labios.
Tan mujer, que no quería que la olvidara. Y no la olvido.
CONTARÁS TUS DÍAS
Para Robinson Quintero
Dijo Dios: contarás tus días y anhelarás recuperarlos.
Pero todo será en vano. No ríen las reses, ni da frutos
la piedra. No son tuyos los días, ni el animal que comes,
ni tu mujer, ni el agua que pasa a la vereda de tu casa.
No es tuya la duración ni la altura de los astros.
Te he creado por capricho, y ya te he olvidado.
Respondió el hombre: de ti recibí el aliento y los sueños. De ti
mis manos y mis días. Y me hechas al olvido.
Pero tendré hijos, y les daré mi nombre, y les daré casa
y consejo. Mi pecho, arduo, apacentará a mis críos
y aprenderán a no temer a la noche oscura, ni a tu rayo de luz.
Dirán soy hijo del hombre, y cuando alguien
pregunte por ti, señalarán sus lenguas vacías.
Dijo Dios: Semejantes a impostores que buscan
un poco de piedad a cambio de suscitar la risa
y vagan por la tierra, serán. Se ampollarán sus lenguas
de batirlas inútilmente, y lamentarán siempre el vacío.
No hay quien quiera un corazón en su sitio y una cabeza
sobre los hombros, para poder decir tan sólo: soy un
capricho. Tras el padre del padre de mi padre no
hay un padre capaz de colmar mi anhelo. No hay
quien me aguarde cuando sienta frío, y mi cuerpo se torne rígido.
De ti desdirán, dijo, porque no serás al fin suficiente,
y tus mimos se los llevará el viento.
–Eres Cruel, –dijo el hombre –Eres un capricho y ya te he olvidado. No hay en ello crueldad.