John Jairo Junieles

John Jairo Junieles. Foto de Milagro Espinosa.
Nacido en Sincé, Sucre (1970), creció en Cartagena de Indias, y actualmente vive en Bogotá. Estudió Derecho en la Universidad de Cartagena. Ha sido profesor de Periodismo en la Universidad de Cartagena, en la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Bogotá, y de Guion en la Universidad Javeriana de Bogotá. Ha publicado en poesía: Temeré por mí al final de estas líneas (1996), Canciones de un barrio en la frontera (2002) y Barrio Blues (2015); en cuento: Con la luz que me queda basta (2007), El amor también es una ciencia (2009), Todos los locos hablan solos (2011) y la antología de cuentos Fotos de cosas que ya no están (2015). Su más reciente libro es la novela El hombre que hablaba de Marlon Brando (Planeta, 2020). En 2002 ganó el Premio Nacional de Literatura Ciudad de Bogotá-Poesía, en 2007 se le otorgó la Beca de Residencia Artística Banff Centre for the Arts de Canadá, ese mismo año también obtuvo el X Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén y fue escogido, por el Hay Festival de Literatura y la Secretaría de Cultura de Bogotá, para ser parte del proyecto Bogotá 39. Sus trabajos periodísticos han sido publicados en los diarios El Heraldo, El Universal, El Tiempo, y en las revistas Semana y Soho de Colombia. También en la revista Alba y Ecos de Alemania. Sus cuentos y poemas aparecen en antologías de México, España, Argentina y Colombia. También han sido traducidos al inglés, portugués, alemán y sueco.
Poemas de John Jairo Junieles
Vengo de un barrio en las afueras
Las calles de este barrio son serias como un ataque cardíaco.
Solares y descampados entre madera y matorrales,
un lugar donde pasa de todo y no pasa nada.
La risa de los muchachos anega futuras calles,
llantas comidas de caminos flotan en el barro,
la yerba crece entre sueños viejos de colchones abandonados.
Vidas duras que sangran canciones del Joe Arroyo
mientras ven pasar los autos como estrellas fugaces
que no esperan los deseos.
Aquí todavía la esperanza es una mata de sábila
detrás de la puerta —si tienes puerta—.
La tarde huye de este tramo atroz de la carretera,
la noche emancipada ha echado encima su vino oscuro.
Algo hay en el aire y no es confianza.
Aquí termina la ciudad, lo que queda de ella,
y empieza a escribirse la página roja de los periódicos.
La genealogía de las moscas
La guerra llega un día
en que tu hermano sale a buscar pan
a la tienda y regresa con una bala
perdida en el bolsillo de su pecho.
Entonces el mundo es una gran
mortaja, eres un sitio vacío en
mitad del miedo, y descubres sus ojos
hasta en los perros de la calle.
Bajo el muro fusilado de la noche
la paz duerme su largo invierno.
La guerra se come el fruto de las nubes,
y canta su temblor sobre las tumbas.
Sueñas con tu hermano,
una mano de niño abriéndose paso
entre la tierra.
Despiertas asustado y acudes al llamado
de la ventana donde ves la luna coagulada.
Esta forma de sentirse viudo, este duelo
largo como la genealogía de las moscas.
La guerra, con su sorda sucesión de
sombras, hunde sus semillas, y tú cosechas
el odio en esta esquina, mientras esperas
la cara de tu venganza.
Los que oyen canciones
en la oscuridad
Tú y yo sabemos que el amor gasta sus llantas pero hay que
rodar y sentir el viento. Sabemos también que nuestro
corazón es una espada, y no una cuchara, que un día
cualquiera juntos oiremos amanecer el día en animales
lejanos.
No estamos tan lejos como crees: Solo un gesto y pocas
palabras. Niña blanda y dulce como un mango maduro al
mediodía, como el sudor de los caballos, como la canción
de un pájaro invisible.
Te lo digo con la voz de un cuervo criado con miel que
escoge palabras de algodón para hablarte: Soy la señal de
detente en el camino que llevas, soy la música que te hace
bailar desde pequeña.
No viví en un armario antes de tu llegada, pasé veinte años
en calles, bares y bibliotecas del mundo, para terminar
tomando café en la cocina de mi madre, mirándola en su
verdad, libre de una extraña forma: como si supiera algo
distinto a todos nosotros.
Porque pensar que existes en algún lugar me a ayuda
seguir. Porque sé que en tu pecho sabes que los mejores
besos son los que llegarán. Aquellos que guardo solo para
ti, ese sueño que nunca olvido al despertar.
Hasta el final
La vida es una mujer con sus dos manos para hacer lo que
haga falta.
Un marcado aire de familia me une con esta modista que
Lleva treinta años frente a una máquina de coser Singer, que
escucha radionovelas, y que aún conserva en un armario
los tres ombligos de sus hijos.
¿De qué madera está hecha esta canoa que lleva medio río
sin quejas, y piensa que todo mal lleva al bien amarrado en
la cola?
¿Cuántas muertes me faltan a mí para parecerme a ella?,
para decir como dice ella: “Si vives como si tuvieras fe,
la fe te será otorgada”.
Años antes de que yo naciera madre colgó una estampa
que aún pervive: Dos niños recogen flores a la orilla de un
despeñadero y un Ángel de la Guarda conjura el peligro
con su presencia.
Dime madre con tus ojos el secreto,
dime cómo se llega alegre hasta el final,
a pesar de los abismos,
dímelo a mí, que soy la única pluma sucia de tus alas.
Levanta tu rostro
contra el viento oscuro
¿Por qué parece que fueras pateando el alma
mientras caminas?
Hasta las viejas se santiguan cuando te ven pasar.
No vives en la falda de un volcán,
y tu cara tampoco está
en el cartel de “Se busca vivo o muerto”
La vida va sentada en el autobús extraño que llega
cuando has perdido la ruta de siempre.
Todavía quedan refugios que desconoces,
Y alguien te espera en esa ciudad (impronunciable)
bajo tu índice en el mapa.
Ahora, levanta tu rostro contra el viento oscuro,
sal de los jardines vallados.
Recuerda que existen lugares donde hay cosas
que despertaron hoy, pero mañana ya no estarán.
Aquí estuve y no fue un sueño
Cómo arden las cenizas de los amantes
en el silencio que las sopla.
Tu nombre que me cerca y me libera.
Tus gestos imborrables, multiplicándose
como los peces y los panes de aquel evangelio.
Me encuentro en la multitud de tu mirada,
me sostiene ese viento que trae caballos hasta tu pelo.
En esta página, nos morimos los dos
como algo que no acaba de nacer todavía.