Jairo Bernal
Colombiano, nacido en la capital, no ha pasado un día de su vida sin que en su país las balas hayan cesado de zumbar, en un conflicto interno tan largo como su propia existencia. Por sus compromisos sociales y laborales ha recorrido la geografía colombiana como testigo de excepción tanto de la barbarie como de la solidaridad. Convencido de la necesidad de ofrecer una mirada poética de la guerra para la paz, ha publicado Juego de manos, Salmo cero y Entre sábanas de selvas y sabanas. Textos suyos han aparecido en diferentes publicaciones de poesía, así como en revistas virtuales de Colombia, España y América Central, ha sido coordinador editorial de distintas publicaciones de poesía en Bogotá y corresponsal de notas culturales en medios radiales y escritos. También ha compartido en diferentes escenarios de la poesía del continente, como México, Nicaragua y Costa Rica.
POEMAS DE JAIRO BERNAL
Desfase
Nos sentamos tranquilamente borrachos y locos
a editar panfletos de un país realmente mejor..
Malcom Lowry
hoy son lejanas
Las noches de lluvia
y deambular con frío
Por casas de amigos
que nunca estaban
o dormían ya con sus mujeres
cubiertas de crema
y batón rosa
Sin más esperanza
Que la del próximo trago
íbamos paso a paso
por tabernas cerradas
o en las que nunca fiaban
Parecieran lejanas esas noches
Ahora que
Amado, sin sobresalto
Lo único que me las recuerda
Son estas tremendas
Ganas de llorar
En pos de la obsidiana
Si paso un dedo por la piel
Ningún nombre ha quedado,
Nada más el rayo
Que dormita entre sus ojos,
El gusto del lecho salobre
Que ahora es mar y luego espasmo
Si siento un ruido
Retorna la cuerda que me habita
Y acudo a ceñir el yugo deseado
A soñar la estrella
A correr en pos de la obsidiana
Que me purifica
El alambique
Mi cerebro,
alucinado,
casa del desvarío
refugio de los vapores del alambique
y de la alquimia
Mi materia gris
cada día más gris
nada esplendente
Entre hemisferio y hemisferio
sólo funciona el hipotálamo:
allí divagan mis amigos,
mis amores,
sus poemas
–no sé si los mejores,
no sé si verdaderos–
Mi cerebro,
exaltado
por el deseo y el recuerdo
alambique del alma
¡pobre alma!
Desde el alero
Sentado inexplicablemente en el alero
un hombre
da noticia
de su resistencia
a hacerse viejo:
Rememora
la lejana época de las proezas
–las del alcohol, las del amor y el rock’n roll–
e inaugura la más álgida de todas,
la de la memoria
¿qué hacer
con esa carga de recuerdos
que pesa más
que el propio cuerpo en la cornisa?
¿en hombros de quién
dejar tanta remembranza
ahora que el tiempo acorta?
Nadie responde,
Menos las evocaciones
que siguen llegando tumultuosas
al piso de un alero
que ya empieza a chirriar
su propia intemperancia
Ordalía inconclusa
Pero también ocurre
Que el alma, madrugada,
Es como el nervio expuesto a una tenaza.
Piedad Bonnett
Yo también salí a la noche
Y a la lluvia;
Las amé a las dos,
como a los árboles
Que se mecen frenéticos
al ulular del viento
sin cansancio
Yo también amé
Sin medida alguna a todos
Sin bordes, sin barreras,
Sin fórmula de prueba
Sin que dios nos sometiera
Pero la noche y la lluvia
No terminan
El hielo será hielo perenne,
Desparramados, gajo a gajo,
Yacen los urapanes por el suelo
Y el amor
Se parece cada vez más a una tenaza
El nervio, a la madrugada,
Ya no aguanta
Asombro del que ha extraviado su lugar
Acabo de llegar
Y aunque tengo la más nítida conciencia
De la hora en que partí
De la ciudad que dejé
De los riesgos aplazados
Y de las tibias caricias que me despidieron
Me abruma estar seguro
De que aquí también me espera el miedo
Otra ciudad
Que no alcanzo a comprender
Y unas peligrosas blancas piernas de mujer:
El único aliciente
Brisas de maremare
Recia
Como la voz de los hombres
Que cantan a estas tierras
Fragorosa
Como las promesas de amor que ellas suscitan
La brisa del verano
Amenaza con descomponer
–irremisible–
Las pocas sonrisas de la noche.
Un negocio frustrado
una ruptura
y la ausencia de caricias
completan este cuadro:
En cambio de besos,
arena que reseca
Polvo por aire en los pulmones
Tierra que se mezcla con sudor
Polvo que se aferra al cuerpo
Polvo en los ojos
Torbellino de deseos inasibles
Polvo, polvo
En la garganta
en la mirada
En el futuro
…nunca polvo enamorado
Pasos de funámbulo
Arriesgando sus huesos
Cuando no la propia vida
El artista del funambulismo
Va de un extremo a otro
Haciendo gala de su desdén por las alturas
De una precisión
Más que envidiable
De ser capaz de contener
Mediante leves gestos
De sus brazos en la pértiga
los embates que a izquierda
O a derecha
Pretenden derribarlo
¡aplausos¡
Expresiones de aprobación y asombro
Son justa recompensa
Para el que desafía el peligro
Con su caminar seguro
(ello y una buena suma
Acaban de dar al funámbulo
Un aire de satisfacción
Seguramente merecido)
Ya en tierra, sin embargo,
El superintendente tiene un paso
Menos claro
En realidad,
Nada seguro.
Consejería
El miedo y el silencio
se solazan en poblarme
No obstante
mantienen su disputa:
¿cuál primero
Cuál causa, cuál efecto?
¿Quién de los dos puede abrogarse
Ése dudoso orgullo de tenerme inmóvil
Como tras una puerta de madera en mitad del tiroteo?
El miedo no quiere que olvide
Que el llamado audaz
No es más que otro que avanza
Hacia el cadalso.
El silencio tiene claro
–y lo subraya–
Que hablar es igual que sellar
Una y mil promesas
Aún cuando se trate
De decir a medias la verdad.
[ha de ser por ello
Que me aconseja que le guarde]
¡qué consejeros!
Se me va la vida entre ellos.
Tequila sunrise
Larga es la vida,
tanto como la suma
de los recuerdos fútiles
pero mucho menos
que una copa de sunrise tequila.
Una mariposa negra se posa en el chaleco
y aletean con ella los miedos en el pecho.
(vale por dos sorbos del tequila)
Unos labios se entreabren
para que dientes de todos los tiempos
acudan a hincarse
aquí en mi sexo:
los recibo con fruición,
como quien disfruta
el penúltimo trago de la copa.
Larga es la vida, demasiado larga,
mas insensible a los angustiosos latidos del amor
que se suceden más a prisa
que el tiempo necesario para sostenerlos.
Va el último trago, el doloroso,
aquél con el que se acaba la existencia,
segundos antes de entender por qué
el-amor-de tu-vida
se ha levantado de la mesa.
Rodeado de muchachos
Rodeado de muchachos
Escribiendo para
Y viviendo como
Los mismos muchachos
¡cómo te envidiábamos muchacho!
Pues a pesar de tu rostro
De tipo serio
Y el acento de llano recio
Todos sabíamos
Que no eras más que…
O ni más ni menos que…
…un muchacho
Un buen muchacho
Uno de esos que quieren lucir
Brutales y tiernos a la vez
Y que lo logran
Aunque nadie se lo crea
Y ninguno lo confiese.
Pues siempre hace falta
un muchacho como tú
que llegara a la media mañana
a nuestra casa
sin aviso sin respeto
a proponer ver un partido
de una liga de fútbol de tercera
pero que terminábamos vivando
alborozados a cuenta del “llanero”
que desde el frasco y la actitud
aportabas en euforia y libaciones
en estudiado y escatológico
lenguaje oral escrito actuado
de muchacho
de esos que cierran la puerta
con estrépito
en medio de la fiesta o de la noche
y nadie se preocupa
pues se sabe
que ya vendrá de nuevo
mismo vigor igual desborde
trayendo sin economía nuevas dosis
de sueños, de sueños de muchacho.
a Carlos Pachón, muchacho llanero, q.e.p.d.