Griselda Dominelli
Nació en Buenos Aires y tomó contacto con la expresión artística a temprana edad. Diseñadora Gráfica de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y astróloga de Casa XI (dirigida por el antropólogo Eugenio Carutti). En 2021 lanzó el material audiovisual Trilogía surera. En 2022 participó en el I Congreso Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado, organizado por el CIDVI, y en 2023 en la XXXI Feria internacional del Libro de La Habana –a través del calendario de actividades del grupo «Cuba Poesía»–. Ese mismo año recorrió La Ruta de la Décima con actuaciones en las Casas de la Décima de las distintas provincias de Cuba: CIDVI –Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado– de La Habana, Casa de la Décima de Las Tunas, de Camagüey, de Ciego de Ávila y Casa Naborí en Matanzas. En 2023 presentó, en Buenos Aires, su primer CD Ofrenda y hoy presenta su primer libro Dos redondillas y un puente.
Ofrenda, cd de Griselda Dominelli
Escúchelo aquí: https://open.spotify.com/artist/5f2dlYktWw9MAfhb3G19dQ?si=FYznBBUPT2ebXIgAY68aEg
Poemas de Griselda Dominelli
De Pléyades, alta
La luz en genio y figura.
La luz eterna del ser.
o la de un atardecer
que se ensancha en la llanura.
La luz de cada cultura.
La de una tímida espora.
La luz que alumbra este ahora
como enorme privilegio
y la que oigo en un arpegio
de milonga payadora.
La luz, facón de buen filo
que hasta el hueso se ha de hundir,
que destella al compartir
una cifra o un estilo.
En su vaina el refusilo
suele mirarse al espejo
o jugar con el reflejo
de lo que somos, sin más:
la luz que al gran Satanás
puede cortarle el pellejo.
La luz de Pléyades, alta
en la negra escuridá.
La luz de lo que vendrá.
La luz de lo que aún falta.
La luz de Pléyades, alta
y el humilde caminante.
La luz antigua, distante,
la que aguanta los letargos
pues sabe que en tiempos largos
el carbón se hace diamante.
Pléyades: grupo de estrellas situado en la constelación de Tauro.
En pétalos de luz lila
A mi guitarra
Te pulsaré como pueda.
Dos temblores mis dos manos.
Y unos acordes paisanos
harán que no retroceda.
Sobre mis miedos de seda,
la música y más allá.
Tu socavón se abrirá
en pétalos de luz lila.
¿Es que en tus cuerdas rutila
que fuiste jacarandá?
Nuestro gran final
(milonga)
Bajo el pequeño gran tramo
de cielo que hoy contemplo,
la cruz del sur es el templo
ante el cual nos persignamos.
Y es que ella es único amo
de este punto cardinal
y de un don espiritual
que ronda por estos lares,
en los que emerge, entre mares,
un gran continente austral.
Y ese don, verán, se expande
en las noches más oscuras
pues baja hasta las llanuras
el resplandor de Los Andes.
Y a todo aquel que desande
ese fulgor ancestral,
la vía láctea abisal
lo bendice con su harina
y hasta su canto le afina
con la voz del cardenal.
Sepan los seres sombríos,
que creen habernos matado,
que encontrarán asombrados
nuestro sepulcro vacío…
Como un terreno baldío
que calla tras un tapial.
Se frustrará el funeral
¡Nunca nos hemos vencido!
Y el corazón renacido
será nuestro gran final.
Noche de nadie
¿Del hombre? ¿De su párvula costilla?
¿De cuál? ¿De la flotante? No, no alcanza.
«Acátense las órdenes de crianza».
«Las féminas que surzan la puntilla».
Desisto ante la mar, ante su orilla
y en el vals del oleaje me derrumbo.
Ha oído el horizonte mi retumbo.
Quedo arena y algún jirón de olvido.
Me acarrean los vientos. Es mi nido
un médano volante, sin un rumbo.
Y en el ojo de un remolino que arde,
que raspa el estupor de quien lo arbitre
elevo las bondades del salitre…
¡No nació curandera que lo emparde!
Recaigo débil, lúgubre, cobarde
y una noche de nadie en el poniente.
Fulgor de noctilucas. Es urgente
que la luz se abra paso a cada legua.
Que en alas de un perdón o de una tregua
irradie mi cristal iridiscente.
La diástole final de mi pasado,
el fin de ese luenguísimo adefesio.
¡Y luengas mis heridas! Me anestecio
con algas de amor propio en mi costado.
Me vuelvo en un cantar de lado a lado
al estro de mi voz vuelto sustancia.
Quizás en él descollen mi fragancia,
mis huestes de pasión, no importa cuáles,
la gloria de mis perlas siderales,
en fin, mis catapultas de abundancia.
Amor entero
Si una semblanza le pido
al numen del ser humano,
suena en mi cordaje ruano
el paraíso perdido.
¡Cuánta amnesia! ¡Cuánto ruido!
¡Cuánta espina! ¡Cuánta hambruna!
La larga noche sin luna,
como una madre abnegada,
espera una clarinada
que haga girar la fortuna.
Somos el gran semillero
de un tiempo azul que se viene.
Cotiledón o ADN
que acopla el amor entero…
Ya el bordón de mi madero
aletea en mi regazo.
Zumban sus alas y acaso
como un colibrí retinto
liba en la flor de lo extinto
pues se resiste al fracaso.
Ajusto el verso y lo empotro
sobre este llano infinito.
Me abro a mi bien, resucito
con el coraje de un potro.
No es cuestión de uno u otro
–Juan Sin Ropa o Santos Vega–
Desde el alfa hasta el omega
hemos de morir un día
sabiendo que no hay más vía
que amar con fe. Con fe ciega.
Y en el clásico libro, Juan Sin Ropa venció en un duelo lírico al payador Santos Vega como símbolo del triunfo de la civilización sobre la barbarie.
Ningún dueño
(milonga corralera)
Con aires del litoral
y en un cachapé plateado
Velazquez adelantado
va alistando lo habitual.
Y Mabel, angelical,
con la virtud del trabajo,
pica perejil y ajo
con tan onda pulcritud
que bendice la salud
del incipiente agasajo.
Pronto comienza el sinfín
de la música entre amigos.
Abre todos los postigos
la caja de Valentín.
Ya su chirlera de crin
simbra bajo un sol risueño
que suelta un fulgor salteño
como Mario el anfitrión
que llora de una emoción
que no tiene ningún dueño.
Dirá un socarrón Leonel:
–¡Arruinemos la fiestita!–
para incluir en la cita
sus seis cuerdas de oro y miel.
Y Pablo el bombisto aquel,
desnudará su legüero.
Repicará sobre el cuero
pesado un primer zambón…
La epifanía es al son
de guitarra y bombo mero.
Abel rota el costillar.
Hay Perón en su silencio.
¡Qué larga historia presencio!
¡¡Cuánto mosto en el lagar!!
En su Silvia ha de cantar:
–La tarde se va despacio…
¿Y de dónde saca Ignacio,
como si fuera un albur,
esa milonga del sur
de Omar Moreno Palacios?
Y es un remanso del ser
de un puñado de paisanos.
Beti abandona temprano
pero Rodi, al parecer,
renace al anochecer
en tangos de Cacho Valles.
Y ya no doy más detalles
porque este patio, en verdad,
nos lleva a la eternidad
y nos devuelve a las calles.
La caja con chirlera de crin de caballo y el bombo legüero son instrumentos de percusión típicos del noroeste argentino (NOA).
Omar Moreno Palacios: referente del folklore surero argentino (el de la llanura pampeana).
Oscar Valles: considerado uno de los artistas más federales del folklore argentino.
Poema musicalizado por milonga corralera. CD Ofrenda, track 3.