Gabriela Cantú Westendarp
(Monterrey, Nuevo León, México, 1972) Poeta y promotora cultural. Licenciada en Estudios Internacionales y maestra en Ciencias con Especialidad en Lengua y Literatura. Es Directora de Difusión Cultural de la Universidad Metropolitana de Monterrey, productora y conductora de radio y televisión, e imparte talleres de lectura y creación poética. Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde en 2012 y Mención Honorífica en el Premio Nacional Carmen Alardín 2011. Tiene cinco libros publicados: Material peligroso (Poesía Hiperión, UANL 2015), Naturaleza muerta (UANL, 2011), El filo de la playa (Mantis editores, 2007), El efecto (CONARTE, 2006) y Poemas del árbol (UANL, 2009). Fue co-fundadora de la revista de arte y literatura Otra orilla.
POEMAS DE GABRIELA CANTÚ WESTENDARP
Del libro Material peligroso (2015)
II
Algunos materiales pueden ser
peligrosos, el exceso de luz —por ejemplo—
puede provocar una ceguera temporal o, por
el contrario, puede inducir a un estado de
clarividencia, que si fuera el caso, también
es temporal. El efecto depende del objeto
que irradia el brillo y de la capacidad de respuesta
del otro. El otro eres tú. Tú cuando te alejas y
te observas extraño, tú cuando no reconoces tu
propio cuerpo y sus reacciones, tú cuando
pronuncias frases que te parecen ajenas, tú cuando
estás justo en el momento de caer al sueño y
te resistes, tú cuando eres golpeado por la luz
y por unos momentos te sientes la presa de un
animal salvaje, sensación que parece eterna,
pero que en realidad —como dije— es temporal
y si tienes suerte te abrirá una puerta.
I
Hice algunas lecturas tiempo atrás sobre el
cuerpo y el alma. ¿Son en verdad las necesidades
del cuerpo las del alma? A veces pienso que sí, que
hay una tremenda coordinación entre las partes.
Esos días funciono como una orquesta que
interpretara “Las cuatro estaciones”. Me siento
como si fuera la ciudad de Cuernavaca —en donde
solo he estado en dos ocasiones— pero que sin duda
tiene el mejor clima del país. Pero
también debo decir que hay momentos en que las
partes no logran coordinarse. A veces amanezco con
el espíritu claro y dispuesto a cruzar el día haciendo
nuevas composiciones y resolviendo los más difíciles
acertijos, pero el cuerpo no me responde, y me siento
como un animalito lesionado, digamos una paloma con
su ala quebrada. Entonces tengo que guardar reposo y cerrar
los ojos y provocar algo así como un desdoblamiento,
una fuga para no estallar.
VIII
El asunto de la medición es una constante entre los
científicos. Esto no se refiere, o no nada más, a la
organización de datos de acuerdo a una escala, sino
a la observación. La concentración, la paciencia,
la intensidad en la mirada es lo único que puede
conducir a algún tipo de revelación. Esto lo dijo un
investigador en un documental sobre los átomos y los
quarts. Hablaba también de la materia, de la antimateria,
de lo creado y lo no creado. Eran datos científicos, lo sé,
pero todo el tiempo sentí que hablaban de poesía.
IX
Estamos sentados en un restorán comiendo
pescado frito. Aquí nadie nos conoce y así
está mejor —así podemos vernos mucho tiempo
sin decir nada hasta que uno de los dos no se resista
y asalte al otro de manera un tanto intensa y alguien
llame a la autoridad del puerto y nos detengan por
escándalo en la vía pública, y entonces vayamos a un
lugar más privado (digamos una cueva o una gruta) y
ahí, mitad vestidos, mitad desnudos, nos amemos por
largas horas—. Por lo pronto estamos comiendo pescado
frito en un restorán del puerto pero creo que tarde o
temprano llegarán las autoridades.
I
Cuando uno piensa que está escribiendo de
alguien más resulta que la verdad es otra y
que uno solo puede escribir de sí mismo.
Presumo que se debe a lo altamente egoístas que
somos. Supe de un hombre que estaba muy
triste porque tenía una mujer que había perdido la
cabeza por algún vicio. El hombre difícilmente
veía la luz del día, no probaba bocado, dejó de
ver a sus amistades, perdió su trabajo, se enfermó
de pulmonía y casi pierde la vida. Todavía no sé
la causa que une mi vida a la de este hombre del
que estoy escribiendo, pero estoy segura que en
algún momento encontraré un hilo que nos
una. Quizá, pero no estoy segura, yo también
tenga un vicio y mi vida corra peligro.
V
Diríase que esa noche el agua parecía brotar de
un manantial ubicado a 100 kilómetros de Düsseldorf
en Alemania. El agua brota dentro de una cueva y recibe
una gran cantidad de peregrinos en busca de sanación. —Un
minero retirado dijo a la prensa haber sanado de su
espalda y una anciana haber recuperado la vista con
tan solo frotarse con el agua—. Esa noche entré al cuarto de
baño como un verdadero peregrino en busca del agua
milagrosa. Estaba de pie y el agua caía como un bálsamo
sobre mi cabeza y resbalaba por mi cuello, mis hombros y de
ahí al resto de mi cuerpo. Así fue durante algún tiempo; luego
salí, lentamente pasé la toalla por mi cuerpo, y me recosté
sobre la cama, y dormí plácidamente pensando en
el minero y en la anciana.