Ela Urriola
Escritora, pintora y filósofa. Posee un doctorado en Filosofía por la Karlová Univerzita, Praga, y es profesora de Filosofía, Bioética y Estética en la Universidad de Panamá. Miembro del Comité de Bioética de la Universidad de Panamá. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura “Ricardo Miró” con La nieve sobre la arena (2014), el Premio Nacional de Cuento “José María Sánchez” con Agujeros negros (2015), nuevamente el Premio Nacional de Literatura “Ricardo Miró” con la obra La edad de la rosa (2018) y el Premio Escritora del año Anita Villaláz (2019). Publicada en: Poesía de Panamá. Edición bilingüe (UP, 2015), Puesta en escena. Compilación de mujeres cuentistas de Panamá 2005-2018 (Géminis, 2019), Cuentos ultramarinos (UTP, 2019), Cuentos de Panamá: Antología de narrativa panameña contemporánea (Editorial Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2019), entre otras antologías. Su poemario El vértigo de los ángeles (2019), con ilustraciones suyas, es un trabajo contra la pederastia y la violencia infantil. En el 2020 obtiene el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil “Carlos Francisco Changmarín” por su obra Las cosas de este mundo. Su obra cuenta con traducciones al francés, inglés, portugués y checo. Página web: www.elaurriola.com
Poemas de Ela Urriola
Del libro La edad de la rosa
Alejandra es una manzana
(Alejandra Pizarnik)
Alejandra es una manzana
Que cuelga en el árbol del paraíso
Dulce y envenenada
Se amamanta de desdichas
Casi un embrión de oráculo
Un parto de dudas
Y circunstancias
Las ortigas se yerguen
Bajo sus pies descalzos
Y ella baila con la brisa
Devora paisajes
Renace en un cuaderno arrugado
En el bandoneón áspero
Y en las torsiones de las espumas
Alejandra
No se juega en los riscos
Ni se cosechan promesas a deshora
Tus manos
Fecundan las rosas
Con el vítreo resplandor
De las canicas
Y cuando el cronopio te abraza
Tu corona de espinas se transforma en poesía
Un día te araña el pasado
Cicatrices escarlatas
Resurgen entre tus labios
Demasiado cansancio en tu piel de ninfa
Traes los ojos hinchados
De beberte
El mundo
El hambre milenaria de los profetas te supera
Y ya no encuentras la luz
Sino en las sombras
Niña de rincones y estrépitos
Gime un tango en tus huesos
Con voces lunfardas
Alas embalsamadas cosieron en tu espalda
Por eso escondes los miedos
Bajo tu piel de manzana
La balalaica ancestral
Vibra como un presagio
Aunque amanezca no llega la luz a tus diarios
Mis manos auscultan las gavetas de otros
Pero las tuyas tienen la cerradura imposible
De las caricias
Hay frutos prodigados para morfar
Cultivos de trigo
Que cortan el hambre
Y flores endulzadas para arrancar el insomnio
Pero nada calma tus ganas
Tus sueños
Son relámpagos
De un inminente naufragio
Descubriste que tu árbol solo ha parido manzanas
Envenenadas
Tronco de la fiebre
La autoestima dislocada
Y la palabra
Niña perdida
Paloma que sobrevuela ciudades
Desde el subsuelo
No nació el humano que saciara tu
Sed de Maga
Arroja de tu boca la llave
Abre las puertas
Devuelve el aliento a los náufragos
Muerde nuevamente el precipicio
Y enséñanos a incinerarnos con palabras
A encender la penumbra
A asfixiarnos lentamente
Con la vida
Las calles de tu cuerpo
(Leonora Carrington)
Hay un verdadero país en tu cuerpo
Con sus calles
Sus esquinas memorables
Sus cuitas entre vecinos
Y sus pueblos
Me adentro a recorrerlo
Exploro esa indómita soledad de las plazas
Extendida en tus manos
Alumbrada por luciérnagas
Que anuncian el verano
Y los trenes que dejaron su carga
En tu frente
Ríos infranqueables
Irrigan tus muslos
Cuando te enciendo
Allí
Donde la humedad
Se desvela
En mi boca
Las lianas indómitas de tus abrazos
Revocan la civilización
En el manglar de mis cabellos
Escucho el mar
Y también su silencio
La lluvia en las oquedades
Respiro la incandescencia
Del mástil
Que apunta al puerto
En la ciudad
La noche cae con ruido de estrellas
Y las sombras se toman la casa
En el fondo del salón
Un barco zarpa
Dos cuerpos
Se hacen a la mar entre sábanas
Déjame recordarte la canción de las manos
Cuando se funden voz y aliento
Bebe mis pechos
Calla
Habita dentro de mí
Que recorro tus calles
De nuevo
Del libro El vértigo de los ángeles
Allá en Irlanda
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
Gabriel Celaya
Irlanda es una finca esmeralda
donde sonríen ángeles
pecosos
que trenzan sus cabellos
con lavanda,
y cuando duermen,
a veces,
se escucha el cantar de un laúd
y el ladrido de un perro
sediento.
En Irlanda
también muerden los demonios
en el convento.
Sus labios sepultan las sobras del paraíso
y profanan la oración cándida;
sus brazos de fauno desanudan las caricias
y ahora quiero incinerar
el color de las rosas
sobre las sotanas,
porque me han dicho
que allá en Irlanda
les hicieron lo mismo
que en nuestro rancho.
Allá son rubios,
no tienen a una madre en la zafra,
no tienen a un padre que duerme
con la botella abrazada;
no se despiertan con olor a flor de café
en la camisa,
no tienen nada de eso
pero en Irlanda les hicieron lo mismo.
No sé si sus manos les hablaron en español,
si sus togas
almidonadas con incienso
rezaron las mismas mentiras,
solo sé que también les cortaron
las alas.
Allá en Irlanda,
a millones de kilómetros,
también están a años luz
de que Dios los bendiga.