Edwin Madrid

Foto: Jean-Luc Bertini
(Quito, Ecuador, 1961). Poeta, ensayista y editor. Premio Casa de América de Poesía Americana, España, 2004. Lleva publicados varios libros de poesía entre los que se cuentan: Mordiendo el frío y otros poemas (Cuba, 2010), La búsqueda incesante (México, 2006) Lactitud cero° (Colombia, 2005), Mordiendo el frío (España, 2004); Puertas abiertas (Líbano, 2002), Open Doors (U.S.A., 2000), Tentación del otro (Quito, 1995), Caballos e iguanas (Quito, 1993), Celebriedad (Quito, 1990); ¡Oh! Muerte de pequeños senos de oro (Quito, 1987). Ha sido traducido al inglés, al árabe, al portugués, al italiano y al alemán. Dirige la colección Ediciones de la línea imaginaria.
Poemas de Edwin Madrid
Rabito
estaré silencioso estos días
como cuando murió mi primera mascota
no fumaré ni saldré a caminar
por el bosque de ushimana
tampoco quiero que venga el félix
a conversar del gobierno
de los últimos sucesos
necesito estar solitario
para detenerme a meditar
como esos monjes de los himalayas
que se pasaron la vida
queriendo desentrañar los misterios de Aqiev
y aunque no soy ducho en hacer poemas
pensaré acerca de uno que te haga inmortal
utilizaré ¡guauu! tu palabra favorita
le pondré música de rondas infantiles
un hueso de azúcar al final de cada estrofa
y al tercer día
llegaré a la tumba donde hoy duermes
y lo leeré
como cuando leía a breton
mientras vos te revolcabas sobre mi cama
pero si ese momento se te ocurre
lo mismo que al rey de los judíos
¡guauu! –te diré– ¿eres de esta vida o de la otra?–
seguramente contestarás moviendo el rabo
incitándote a que te persiga
morderás los cordones de mis zapatillas
entonces
empezaré a corretearte
hasta que nos vayamos esfumando
en medio de un campo lleno de girasoles.
Muchacho de corazón amarillo
me imaginas durmiendo entre tus cartas
recordando la lujuriosa ruta
de nuestros orgasmos
desnudo y prendido de tu cuello
haciéndote revelaciones
para que me digas que crees en la felicidad
si estoy atado a tu cuerpo
nutriéndome de tus pechos
como rómulo y remo
muchas gracias de veras
pero ya no soy el muchacho de corazón amarillo
mirando confundido la sombra
de tus nalgas en las fiestas
esa frágil marioneta
que se movía a medianoche por la cocina
llevándote café en la tetera blanca
ni siquiera soy el vagabundo
que te escribía poemas
en las puertas de los baños públicos
nunca más seré
una patata frita en la sartén de mi suegra
aunque para ella no deje de ser el ebrio
atropellado por la húmeda luz de un camión
ahora estoy sufriendo
la magnificencia de la gracia del señor
vivo al margen
a la orilla de tu sed
en Aqiev
esa región invisible de la muerte
donde apolo y afrodita
son perfectamente humanos
donde la lluvia se quiebra en los siete colores del sol
y las mujeres se tienden en las riberas
como si nunca hubieran pertenecido
a estas cuevas o avenidas.
Los hermanos
un ropero donde los trajes
cuentan una fantasía cronológica
una cómoda que guarda utensilios urbanos
una mesita
con una lámpara anclada a media luz
una ventana
por la que se entremira
dos sapos jugando
una cama
al filo de la cual estoy parado
contemplando el sueño de mi hermano
el sube y baja de una araña
en la esquina de la habitación
se da vuelta
sueña con una mujer horrible
saca la pierna de las cobijas
ella lo acosa
patalea
le toma por el cuello
aprieta sus manos
estruja su cuello
despierta
me abraza con ternura
dice que ya no debería beber
y me lleva a mi habitación
un ropero del que cuelgan trajes
con un hoyo en el corazón
una cómoda
que guarda cadáveres frescos
de hormigas y mariposas
una mesita con algunas historias
sobre los hombros
una ventana que deja ver
dos unicornios pastando en el patio
una cama
donde estoy durmiendo
y al filo de la cual
mi hermano contempla mi sueño
el subir y bajar de mis arañas
me doy vuelta
sueña con una mujer horrible
saco los brazos de las sábanas
lo acosa
lloro como un niño
despierto
abrazo con ternura a mi hermano
y le llevo a su habitación.
Saber que hay un mañana
Esto de despertarse
y saber que hay un mañana
y mañana al despertar
saber que hay un mañana y mañana un mañana y
pero vos sabes que si despiertas
un lunes
a la mañana siguiente será martes
y el lunes es lunes
y el martes martes
vos sabes que el lunes se trabaja
el martes se trabaja
y los miércoles
y los jueves
y los viernes
pero esto no quiere decir
que todos los días son iguales
porque el lunes es lunes
y el martes martes
aunque los siete días
podrían ser domingo
y el lunes lunes
pero vos sabes
lo que importa es saber que hay un mañana.
Celebriedad
(Fragmento)
[…]
a mi me gusta la cerveza –digo–
aquí estalla un beso sin amor
levantemos la bulliciosa cerveza
y arrojémosla a las estrellas
que solo queden en pie los borrachos más diestros
Dylan Thomas tomó 18 wiskys seguidos
acuérdense de él y apiádense de mí
yo que me abrazo al amor con mi garabateo
¿te gustan las mujeres azules?
fantasmas de una sola dimensión que amo sobre un carrete
oigo la tos de un cuervo en el filo del amanecer
me hallo más desnudo de amor que un cadáver
no reconocido
por eso que cada gramo de cebada salpique mi corazón
que la noche pelirroja viva aún
que envíe a sus criaturas a explorar las cantinas
que nunca se repliegue en su doble sombra
sombra de niños saliendo de un vacío
el amor gotea y se acumula tras las mesas
es el potro de la tortura
que me deja frío como manteca para moscas
como el tiempo tonto
como el retoño de adán tras su envoltura
y la tierra y el cielo fundidos en el viento
este mundo es a prueba de besos
busca una margarita y te diré quién eres
qué comes y qué bebes
[…]
Parábola de la muerte
Su cabeza de cabello largo
es coronada por un haz de luz,
sobre su rostro está escrito
el amor y la bondad,
en medio de la plaza,
lanza parábolas, como si esparciera
un puñado de maíz a las
palomas hambrientas.
Llevado frente al emperador
sufre la pena de muerte, pero
antes perdona a los que le ofenden.
Se habla español
Mi mujer
es loca,
loquísima, no se anda por las ramas.
Va directo por media vía del árbol;
y nunca se detiene a mirar el bosque
devastado que deja a su paso.
Pero también es una preciosa
que me mata de risa,
cuando se pasea por el dormitorio
hablándome en argentino:
Che, no seas pelotudo, fíjate en la mina que tenés,
o en mexicano: órale güey, que no estaré aquí para
acompañarte toda tu pinche vida.
Preciosa, linda, bella mi mujer;
sacando su personaje español para decirme:
Joder tío joder, que no te das cuenta de la moza que tenés alao.
Yo me río de su recorrido por la lengua chilena, brasileña.
Mi mujer: fuckiu condenado Edwin, te sacaste la lotería.
Y es verdad.
Noches de granada
Estoy en Granada
El sol pica la piel y
tu recuerdo pica mi corazón.
¿No sé qué hago junto al Lago de Nicaragua?
Es un mar que topa los volcanes
y yo me hundo en las aguas negrísimas de tus ojos.
Voy de isleta en isleta
mirando cómo viven los nicaragüenses
¿Qué hago en Nicaragua,
38 grados a la sombra,
si mi nostalgia por ti
alcanza los 40 grados en la noche?
Granada,
ciudad de casas azules y verdes y amarillas
e imagino que en aquel patio de paredes rojas
tú bailas y me esperas
mas yo solo
recorro las calles
en busca de una de una lata de cerveza.
¿Qué hago aquí?
Gioconda Belli lee sus poemas
y Cardenal
y otros cientos de poetas
pero ningún poema dice
cuánto te extraño estas noches.
A orillas del Danubio
El claro de luna de tus ojos,
Tus ojos de brillo intenso mirando,
Mirándome con pasión y olvido,
Sin la memoria de mis manos
Recorriendo tu cuerpo y tus poemas.
Nadie, nunca, no volverá
La poesía a esos lugares.
Solo el brillo intenso en tus ojos
Como un claro de luna
En la noche de mi memoria
Deshojando tus poemas,
Maniquíes de amor,
Sombras que danzan
En el claro oscuro de esta tarde en
las riveras del Danubio,
Lejos, muy lejos de ti.