Dennis Ávila
(Tegucigalpa, Honduras, 1981). Una selección de sus primeros libros de poesía se reúne en la antología Geometría elemental (Casa de Poesía, Costa Rica, 2014). En el año 2016, Ediciones Perro Azul (Costa Rica) publicó La infancia es una película de culto, reeditado en Editorial La Chifurnia (El Salvador), en Ediciones Trábalis (Puerto Rico) y en Amargord (España). En el año 2017, Amargord publicó Ropa Americana, reeditado en Puertabierta Editores (México) y traducido al árabe por el poeta Fakhry Ratrout (Al’aan Ediciones, Jordania, 2019). En el año 2019, Amargord publicó Historia de la sed. Su libro Los excesos milenarios resultó ganador del Premio Internacional de Poesía «Pilar Fernández Labrador» (2020), con sede en Salamanca, España. La Colección Primavera Poética (Perú), publicó su antología Escuela de pájaros en la plataforma virtual de Lima Lee.
Poemas de Dennis Ávila
Breve historia de la sed
Una tortuga rompe su nido de arena.
Como hormiga,
escala el caparazón de sus hermanas
hasta ver la luz.
No lo piensa: huele el mar.
Agita sus patas
como si fueran los remos
de un barco imaginario
que nació en su cuerpo.
Corre en busca de la sal.
Deja huellas bruscas,
navajazos sobre la arena,
aletas rompiendo el aire.
Quiere llegar
a la paz amniótica del agua.
Antes, deberá enfrentarse
a depredadores,
al mal tiempo,
a esas olas que persigue.
No pueden prohibirle el mar.
Frontera
Traigo –en el fondo de mi encuentro–
dos mitades.
Vienen de un lejano verano,
inmersas en su hora necia,
y antiguas
como la edad misma de los acantilados.
Arrastran dos ganas de llegar,
intentan huir a lo deseado;
han escuchado que es ahí
donde las cosas viven.
Una quiere quedarse;
la otra, solo quiere cumplir un sueño,
para que dos mitades
en un bus, en una calle, en un cuerpo
no tropiecen.
En esta cábala de esperas
seguirán buscándose.
Cada una se quemará por dentro.
Soy mi ciudad. Soy mi país.
Soy un pedazo de tierra.
Traigo en el fondo de mi encuentro
las mitades de un río
que juntas se apedrean.
Estudios sociales
En tercer grado
nos enseñaron que Honduras
no tenía volcanes.
A manera de consuelo,
los maestros agregaban
que éramos el país
más montañoso de Centroamérica.
La fertilidad vendría de otra parte,
no de la lava ni del flujo piroclástico
que arrasó la naturaleza
para que todo pudiera volver.
Al final,
no importó que nuestras montañas
nacieran ciegas.
Esta región del mundo
aprendió a vomitar para adentro.
Escuela de pájaros
Hay dos pájaros
en el cielorraso de mi casa.
Entre ellos y mi angustia
brilla un tragaluz.
Los escucho golpearse
en busca de ventanas que no existen.
Abro una lámina y meto la cabeza.
No son dos cuervos
ni me sacarán los ojos.
Despliego un sendero de pan molido
hacia la ventana.
Su miedo frena al colibrí
que llevan en el pecho.
Hay dos aves en el cielorraso:
cuatro alas que me duelen
como una tormenta de pájaros.