Angye Gaona
(Bucaramanga, Colombia, 1980). Poeta, investigadora y gestora cultural. Licenciada en Español y Literatura por la Universidad Industrial de Santander, donde impulsó la realización de acontecimientos poéticos en Bucaramanga. Ha cultivado también la escultura y la producción radial. Hizo parte de la revista Prometeo y del equipo organizador del Festival Internacional de Poesía de Medellín por cinco años. Organizó en 2001 la I Exposición Internacional de Poesía Experimental, en el marco de dicho festival. En 2009 publicó su primer libro Nacimiento volátil, con ilustraciones de Natalia Rendón, editado en Italia y en Brasil en 2012. En 2010, realizó el poema digital Los hijos del viento, disponible en http://viento.wix.com/viento, un réquiem a los hombres y mujeres que murieron durante décadas de conflicto armado colombiano. En 2015, ganó la Beca Departamental de creación en la modalidad de poesía por su libro Comentario sobre el carácter radical, poemario que se refiere a la historia, la geografía y la idiosincrasia del territorio comunero de Colombia.
POEMAS DE ANGYE GAONA
Bucaramanga
En la noche del corazón
la gota de tu nombre lento
en silencio circula y cae
y rompe y desarrolla su agua
Pablo Neruda
La señora de hondos pasos ocupa una meseta
La luz del sol se sirve en sus cristales
Pero es el enigma voluptuoso de su nombre
lo que brilla extendido sobre la mesa
como un manjar largo e indescifrable
Desde el mirador un niño dice ¡Qué bonita allá!
cuando se derrama la niebla de los páramos
y las piedras en deslave caen a manteles
en pesados pliegues hacia la escarpa
La señora de paso largo entra
en la noche y en el día
como a una fiesta
usando trajes de lujo
Uno al amanecer
otro al atardecer. ¡Qué hermosa, allá!
Cruel luz en fuga
también ella pertenece a nadie entre los montes
Hay que verla en su luna solemne de día catorce
mientras los vientos revelan un ademán irreprimible
en las cabelleras y las bocas
La señora guarda un secreto vibrante bajo las faldas
Una fábula de metales fundidos arde impenetrable
y ella se agita desvergonzada cada cincuenta años
encantadora en el oleaje íntimo de su nombre replicado por la tierra
resolviendo un eje nuevo
a las leyes de los vivos y a los trances de los muertos
No pasa nada en la ciudad
ni el tiempo
No pasa nada más que el olvido
Los interesados esperan sentados junto al tiempo
Vive Pedro, el cineasta
solía ir de pueblo en pueblo con el proyector de 35
Eran los 70 y en una rueda montaba al cine
en otra, al teatro
y sobre las cuatro, al patinaje para los afortunados
Y hacía autos, ¡es posible!
¿Temporada de carreras?
Fabriquemos uno ¿Acaso ferias?
Hagamos un poco de toreros
Piloto y torero también Augusto
el del museo de cera
Dentista, pero escultor
guarda a Marilyn desnuda en un sarcófago
a Sofia Loren en un aparador con la toalla en la cabeza
El museo encierra el horror de los años quietos
Augusto cruza la 36 en 2015 y lentes de sol
No pasa nada
los viejos resisten
los jóvenes empiezan a contar en vacíos
Silencio y diáspora por décadas
Vive también Andrés, fotógrafo, nacido en los 20
Acostumbra usar al pecho de cámara para fijar la ciudad
El corazón de plata resiste
transfiere sus haluros implacables
a otras generaciones más inquietas huyendo ahora al extranjero
No pasa nada
el olvido sigue ahí y no se queja
No pasa nada
ni a plazos
Alzando sombra en el cafetal
El silencio trina en el cafetal
y en la sombra deja sus huellas
sus bosquejos
El día pleno saluda
Las nubes ocupadas levantan el sombrero
El silencio del cafetal se marcha
con las aves migratorias
Si con ellas se llevara las semillas
caídas al terreno
Alguien debe recogerlas
o la enfermedad de las plantas
se esparcirá por los suelos
¿Quién es más puntual
la cosecha
el mediodía
la enfermedad
o los jornaleros
que madrugan
cuando los granos y los cielos enrojecen
y la fortuna teje sus aromas
en canastos nuevos bajo los almendros?
Ese es el juego y el de los espíritus
silbando por las eras
Las plantas saludan a sus dueños
Alguien arañó la tierra
puso la semilla a madurar
Alguien abrió el fruto en dos
Alguien dio las coordenadas del primer brote
y echó a las criaturas fuera del cascarón de la tierra
La sombra descansa al mediodía cuidada por los cedros
Río de piedras
Yo vi una vez a un hombre correr sobre el lecho de un río
Corría perseguido por algún contrario
Impulsado por un motor infernal
Se las veía con el agua como si fuera tierra firme
y la piedra como si fuera barro
El agua a su paso se suprimía entre las calizas
Hoy no pregunto por el hombre sino por el río
En dónde está ese río sobrevolado por ese hombre
Y el hombre, acaso
¿habrá recuperado la cabeza que hacía correr a sus pies?
A Daniel Pineda Solano
El venado de oro, grill
Yo entraría en la luz de lo que digo
Armando Rojas Guardia
Si me trajeras a lo oscuro para entregarme el corazón
y me dijeras que fuera de tu parte hasta mi casa
a reclamar para ti un cubierto de acero
Pero en cambio te apareces con entradas frías y salidas calientes
que yo acepto pensando en los bailes y luego me traes serenatas pendencieras que convencen sólo a los vecinos
Aparte de que he descubierto la indecente hipocresía de tus manos
y conozco íntimamente la intención con la que te calzas y te vistes de blanco
Ya sé que atrás de ti quedan las penas
mientras yo reproduzco el deseo de la melodía que no he escuchado nunca
De viaje
Lléveme señorita
a otra lengua
déjeme las pistas en un casete
Yo la sigo a ese Wild world
Con mi nombre extranjero
será más fácil entrar
Lléveme señorita en su nave
La puerta a la poesía se abre
halando cierto libro en su estante
Déjeme que me pare en su ventana Norita
que quiero mirar más allá
¡No ve que usted ya me plantó
en estos días
qué se la va a hacer
un portal entre ceja y ceja!
Bucarica
A Ana Ilse
Alégrate tú, la amada
Lucas 1, 28
Y a la vuelta se escapa en bicicleta
bajando algunas gradas
aunque no sea cosa de niñas decentes
Cruza el puente
hacia la peluquería del ángel
Lo amenaza con un sentimiento
Pero todos los ángeles están ocupados
en embellecer sus apartamentos
Los ángeles desean vírgenes petrificadas
que se pongan un dedo en los labios
Las vírgenes sofocan ángeles en jardines
donde crecen silvestres edificios
de vuelta bañan sus cabellos en la corriente
aunque no sea cosa de niñas bajar al río
El Picacho
A Marco Antonio y Gladys Teresa
el frío
El frío espera en la plaza
Con un pastel blanco en las manos
Exige entrar a la casa
Y duraznos recién cortados a conservar
la negociante
La comida viene con el viento norte
La sirven los dioses en el páramo
Antes piden una contribución
Que se paga en angustia
el esposo del comercio
El canasto carga ahora vacíos
Pesados como crímenes
Acaba llenándose también
A la hora de la culpa sedienta
la negociante
Alguien debe decirle al hambre
Que evite servir a la muerte
Todos van a la mesa sin objetar
Y beben de su avidez fatal
el esposo del comercio
Los guardias esperan en sus escondrijos
Como animales sagaces de alacena
Dónde se encuentra el conjuro preciso
Que les haga invisible nuestra carga
la negociante
Y el deseo no se presta a pérdidas
Abre la boca cargado de azares
Tiene un extraño fulgor en los dientes
Que recuerda la devastación
el esposo del comercio
Las vajillas nuevas cambian de dueño
Las lámparas, los electrodomésticos
Un negocio les encuentra el lugar final
Y al menos pensado le queda la fortuna
el frío
Las manos de la suerte
Tiemblan en la intemperie
Intercambian avisos de pare y de siga
Con los aleros de la caída
la negociante
Cuidados aparte la vida desfila en oleadas
El único abismo la consume de un tajo
Qué garantía tienen las crisis sino el frío
La deuda siempre cumple un término
el esposo del comercio
El mandato marginal del día es descansar
Pero siguen los trabajos como los ríos
El tiempo no se detiene y pasa de largo
Como el anhelo afanoso de hacienda
la negociante
Pero siempre sucede que la rueda gira
Y sin anunciarse sobrevienen cambios
Ajustan la ineluctable intención
Que convierte lo negro en lo blanco
el esposo del comercio
En frente de la catástrofe un aviso
Alerta el miedo a la inteligencia
Se adelantan los nervios a la falta
Compran la salva a cualquier precio
la negociante
El hambre no es todo también está la fiesta
Se quejan las nubes cargadas en bonanza
Neblinas se levantan cuando cede la lluvia
La dicha teme lo que ordena la gana
el frío
Dejen entrar al frío a sus repisas
Almacénenlo en tiempos de abundancia
La carencia ansía lo que el deseo tasa
A la mesura la extraña la turba
Sur
La carretera sueña que lleva al mar
mientras asciende al volcán
o cruza el gran pantano.
La carretera de orilla oceánica
recuerda la nieve y la ceguera,
el secreto de la laguna,
la palabrería de la selva.
La memoria de la carretera es nómada:
transitan los recuerdos en cualquier sentido del tiempo,
llevan más acá, más allá.
La carretera recoge aromas idos,
deja enseres olvidados junto a miradas rotas,
contiene adioses que múltiples
se refractan en el retrovisor.
Retorna en ocasiones la carretera
trayendo consigo
paisaje edad huella.
Cañón adentro
Sigo el camino del esternón,
busco el origen de la sed,
voy al fondo de un cañón de paredes plateadas,
sólidas merced al tiempo,
movedizas cuando el aluvión,
cuando la infancia, era glacial.
Colecto las raicillas del pensamiento.
Las cargo a mi espalda erosionada
junto al agreste olvido que cae de mí.
Se asoman,
desde pequeñas cuevas,
los indicios del dolor;
veloces burlan las miradas
y vuelven a ocultarse en la piel del cañón.
Inscritas en las paredes,
las coordenadas indescifrables
del rayo prehistórico
que formó mi faz.
Tiempo de la hondura,
tiempo sin sílaba,
cuando soy sólo un sonido
en tránsito a la fatiga.
Busco un manantial
que bañe la pregunta adherida a mi historia.
Busco la vida recién nacida
y hallo la sed.
Sigo la senda del esternón.
Camino
El camino entró por la ventana
como una rama que avienta la tormenta.
Llovía
Agudos nombres caían gravemente
desde arriba entonados
llamados a rodar por las aceras
Las casas se volvieron caminos
o fueron atravesadas por ellos.
La lucidez se apoderó de las casas
Los habitantes buscaron las terrazas
ascendieron y alzaron sus frentes con fervor
hacia el rayo que reveló el camino
por un instante.