Jaime Quezada
Hizo la educación primaria la Escuela de Niños N° 6 y la secundaria en el Liceo de Hombres de Los Ángeles. Esta época escolar «aparecerá de manera recurrente en su poesía, a través de evocaciones a la infancia, las tradiciones y la familia»
Estudió Derecho y Literatura en la Universidad de Concepción entre 1960 y 1968. Fue en esa época que se inició como escritor: «A los 21 años —el mismísimo día de mi calidad de ciudadano mayor— escribí mi primer poema»; era «un poema que hablaba del padre, de los bosques, de la vida a flor de naturaleza», recordará más tarde
Quezada publicó su primer poemario, Poemas de las cosas olvidadas, en 1965 y ese mismo año fundó en su alma máter Arúspice, una de las dos revistas míticas de poesía de aquella época, junto con Trilce, de Omar Lara; ambas sirvieron de pauta a Alicia Galaz para crear Tebaida.
En Arúspice Nicanor Parra publicó sus primeros Artefactos y colaboraron escritores de la talle de Julio Cortázar, José Lezama Lima o Gonzalo Rojas, por nombrar solo algunos.
Después de terminar sus estudios en Concepción, Quezada partió becado a Quito en 1969 para estudiar arte quiteño en Universidad Central del Ecuador.
A su regreso, participa en los talleres de escritores de la Universidad Católica, dirigidos por Luis Domínguez (1970).
Al año siguiente, gracias al dinero ganado con el premio Baltasar Castro de la Sociedad de Escritores de Chile, emprende un viaje por América Central y México, país donde integrará el taller de escritura de la [Universidad Nacional Autónoma de México| Universidad Nacional Autónoma]]. En Nicaragua, pasa unos meses en el archipiélago de Solentiname en el lago Cocibolca trabajando con el poeta Ernesto Cardenal.
Poemas
LA HERENCIA
La madre engaña a su hijo con un cuento
Y el plato de sopa queda limpio
El hijo crece
Se hace hombre
Se casa
Y tiene un hijo
Y el hijo engaña a su madre con un cuento
Y el plato se ensucia con el llanto.
TEMPRANÍA
Yo era un niño sentado en una sillita de paja
en medio del jardín
Se reían de mi baba
Me tiraban piedras y manzanas
Devolvía yo las piedras
Y me comía las manzanas
Después fui un muchacho lleno de sueños
proféticos
Ahora me siento diariamente a la cabecera de la mesa
En una silla eléctrica
Pidiendo a gritos que me tiren
Piedras y manzanas.