Fernando Linero Montes: poeta homenajeado 2016
(Santa Marta – Colombia, 1957). Poeta y músico. Estudió Filosofía y Letras y dirección musical en el Conservatorio de la Universidad Nacional de Colombia. Miembro del Consejo editorial de la revista Ulrika. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Sonata del sonámbulo (1980), La risa del saxo (1985), Guijarros (1990), Aparte de amor (1993), Palabras para el hombre (1998), Lecciones de fagot (2004), Experto en tachaduras (2010), Cuaderno de insectos y otros poemas (2011), My Harmonica sounds (antología bilingûe, 2011), La risa del saxo y otros poemas (2014, antología de la Colección de La Universidad Externado de Colombia), y Acaso por el canto (2016) antología publicada en la Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo con motivo de su homenaje por el XXIV Festival Internacional de Poesía de Bogotà.
PODCAST DE POEMAS DE FERNANDO LINERO
POEMAS
Suena mi armónica
Para Daniel Enrique, mi hijo.
Al lado mío sentado esta mañana
entre el caer de las hojas de Agosto
me has hecho volver a las campanas
a la pluma lenta que el viento deposita en los umbrales.
Tocas el aire
y por ti comprendo el vuelo de las aves,
la luz revoloteando en tu frente
como una mariposa.
Estamos bajo el mismo sol,
invitados a la misma nostalgia
a la misma honda noche y sus estrellas.
Porque amo las cosas
salto por encima del dolor
porque te amo suena mi armónica,
pido la palabra,
entre el caer de las hojas de agosto.
Y aún las tardes
Por el lecho de los días
resbalo sordo y sereno como un río al atardecer.
Triste soy de mirar el color de estas colinas
del ruido de espigas del viento.
Sé de la escasa luz que me indumenta.
Y aún las tardes alcanzan
para celebrar la hondura de las cosas
la ración de dolor que la vida se procura.
Creencia
Se necesita de una alta creencia
para seguir por el camino de las horas
con un sol negro que se abate implacable.
¿Cómo llenar algo hasta los bordes
cuando al arbitrio de las moscas
la muerte ebria danza
y el frío expulsa las brasas del hogar
y desaparecen los hechizos
las altas hierbas colmadas de inocencia?
Se necesita de una alta creencia
para llenar algo hasta los bordes.
Acaso el zumbido de un insecto
en el escaso vuelo de lo cotidiano.
Tu risa
Para mi hija Camila Fernanda
En esta país iluminado por el resplandor de la matanza
es el sol de tu risa el que nutre mi alegría.
La ventana de tu risa
irrumpe en la aridez de mis desganos.
Por el canto de sus pífanos
olvido que la tarde se desangra en los solares.
La eficaz diligencia de la muerte ajena parece.
Cuando sorteando bancos en la soledad del hombre
se me agota la savia de la luz,
son los humos de tu risa
los que en mí entran como el misterio del fuego
y me asisten en la hora incierta.
Hasta mi abismo descienden las hojas del sosiego
cuando por la ventana de tu risa me asomo.
A la vida se entra solo
La palma que está en el patio
nació sola, creció sola.
Nicolás Guillén
A la vida se entra solo.
Algunos con una camisa.
Otros con un racimo pero solos.
Bostezando o preñado de luz
cada cual con su tristeza.
Se entra sin saber qué se quiere,
qué se busca,
qué piezas encajan en el juego:
acaso los destellos del infortunio.
O el recuerdo de una ciudad triste.
O la imagen de una madre
que espanta el calor y las moscas
del sueño de su hijo.
Breves de memoria y de olvido
como los niños que ahora repintan la rayuela.
Como el padre dormido.
Como el amigo que no volveremos a ver.
Cada cual con su tristeza.
Se entra y es ya un lugar del sueño.
Algunos con el corazón atiborrado de palabras.
Otros portando una copa amarga.
Algunos en el mes de los ahogados.
Otros cuando las primicias del ciruelo.
Cada cual con su propia confusión.
Todos con la misma soledad.
Para Augusto César
Casi una elegía
He visto tus ojos sobre un largo estío
mientras cruzaba bancales de arroz.
La flor de los almendros
creció toda la noche bajo el cielo de la vigilia
al borde del hogar.
Tus manos con las que biseló el amor controvertidos alientos
buscan lejos ahora,
y el corazón
es agua profunda, espina irreversible.
El mar de mayo
dirige tus velas hacia lunas más apacibles,
hacia brisas fuera del alcance de la noche,
hoy pesando en la memoria, doliendo como un ala rota.
He visto tus ojos sobre las colinas del alba
mientras cruzaba bancales de arroz.
Apuntes para una autobiografía
Nací en Santa Marta el 4 de Octubre de 1957.
Tengo mujer, dos hijos que veo crecer y un perro.
No estoy atado a nada en particular.
De los 510.101.000. kilómetros cuadrados
que tiene la tierra de extensión
ni un sólo metro es mío.
Mi única preocupación
es acaso la de amar verdaderamente.
Acaso la de arder con aquello que amo.
Creo en el diálogo con la luz,
el diálogo con la tierra,
para exaltación de los sentidos.
Desde los 15 años escribo poesía,
creo que ella cura de cierto desencanto
de cierta melancolía,
permite así sea fugazmente
recuperar cosas perdidas.
Ayuda a comprender en algo
el sentido de lo humano.
Me gustan el mar, los libros,
la marihuana, las bebidas fuertes.
Me gusta recordar a los amigos.
Me gustan la música, la noche, los caminos.
He cruzado los dedos y respirado hondo.
He compartido con el ocaso
la gloria de no ser nada.
A mis años
en esta lucha por llegar yo no sé adonde
nunca he sentido envidia de nadie.
Solo el aire sabe del final de la ruta.
En lo profundo de mí guardo la esperanza
de que la muerte no sea más que un espejismo.
Lección de fagot No. 7
Durante meses el verso madura. Secreto avanza hacia el fondo de los actos. El pro y el contra pesan entonces en el pequeño cerebro.
Avanza hacia eso que está detrás y casi nadie advierte, hacia tanta parte callada.
Lección de fagot No. 8
Después de áridos meses, cuando menos lo esperamos, prende una idea. Echa raíces y lenta se yergue con sus retoños bajo el sol. Poco importa si el abono es la pena.
Los ojos de mi perra
Los ojos de mi perra son aceitunados. A ella no le importa nada de lo que a mí me importa, le da lo mismo el color de los míos. Ella simplemente está. Acomodada en los huecos del día llena el mundo a plenitud. Ella es sólo mirada, ojos de aceituna.
El panadero y yo
Lo mío es tan importante como lo del panadero que tiene el sagrado compromiso de elaborar el primer alimento del día. Lo que yo produzco es tan real tan nutricio como un pan. Lo del panadero es tan importante como lo mío. Hacer un pan no es menos misterioso que hacer un poema. Cada día tiene para su pan de cada día una fórmula distinta que el panadero debe descubrir en el color del alba.
Lo mío es tan importante como lo del panadero, tan nutricio, tan real.
Vientos
Variados son los vientos
que liman la corteza de la vida
F.L.
Todos los vientos del Caribe pasaron ante mi ventana:
los que silbaron como una sierra sobre los tamarindos;
los que entrando de soslayo por las claraboyas
ayudaron a madurar los senos de las adolescentes;
los aulladores;
los que rudos se dejaron caer sobre la infancia en las noches de miedo
acompañando la casa con su voz de bronce, gimiendo a su lado.
Vientos como una exhalación de lo perdido.
Vientos diligentes:
los que yendo y viniendo cruzaron la tarde
con los inmensos merengues para la fiesta de los días
cuando la lluvia se dormía detrás de las colinas.
Vientos que en la mañana fueron caricia sobre la frente;
que nada me dijeron sobre la dirección en que debía disponer las velas.
Aún refrescan al corazón abierto sobre la tierra.
Todos los vientos del Caribe pasaron ante mi ventana.
Comiendo perdices
El matrimonio funciona extrañamente. Después de treinta años seguimos juntos. Y es enero otra vez. Treinta años saliéndonos de quicio, intercambiando impertinencias, rumiando menudos desencantos, comiendo perdices.
Todo transcurre rápido: la luna que hoy nos cae de improviso; lo que tejemos detrás de los recuerdos. Y la mañana helada sigue subiendo escaleras mientras en un costado de la sala oteamos mudos eso que el cielo deja caer sobre la ciudad: soledad, enfermedad.
El matrimonio actúa misteriosamente. Después de treinta años juntos seguimos tratando de guardar los instantes de más aliento. Y otra vez pasa enero, la vida.
Un susurro
Ahora que recorro estas calles sin ti, en mi cabeza se erige con fuerza el pensamiento de que todo reinicia eternamente: la mordida del frío cuando el día se apaga en los ojos; el revoloteo de los insectos junto a las lámparas del verano; la tristeza del viajero.
Camino estas calles y siento esfumarse tu voz en la distancia, tu tenue contorno va desvaneciéndose entre los días, bajo el follaje de los meses, acentuando el asombro de la ausencia.
Queda un susurro taciturno.