Jotamario Arbeláez
Jotamario Arbeláez (Cali, Colombia, 1940). Representante del movimiento Nadaísta, desde su primer libro de poemas, El profeta en su casa (1966), demostró la ironía y la mordacidad que había asimilado a través de sus lecturas de los creadores surrealistas. A ésta primera obra siguieron, El libro rojo de rojas (1970), junto a Elmo Valencia; Mi reino por este mundo (1981), ganador del Premio Nacional de Poesía Editorial Oveja Negra, y de la revista Golpe de Dados (1980); La casa de la memoria (1985) libro merecedor del Premio Nacional de Poesía Colcultura 1985; Doce poetas nadaístas de los últimos días (Antología, 1986); Paños menores (1988 y ss. reediciones) Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora de la Fundación Rómulo Gallegos (2008); El espíritu erótico (1990), realizada junto al pintor Fernando Guinard; El cuerpo de ella (1999), Premio de poesía Instituto Distrital de Cultura (1999), Her Body-bilingual edition Spanish & English (2015) y Le corps d´ elle, reedición francesa; Nada es para siempre (Antimemorias de un nadaísta, 2002); Mi reino por este mundo, los poemas de la vida (Editorial Univalle, 2022 y FCE, 2023). Recibe, entre otros homenajes y reconocimientos, el Premio Internacional de Poesía Ramón López Velarde (2015). Ha publicado además las obras de algunos nadaístas, como Obra Negra de Gonzalo Arango y la obra poética de Darío Lemos.
Fragmento del texto de X504 sobre Jotamario:
Poeta que, “con un sombrero de Judío Errante y unas botas largas de mujer / Atravesó los peores inviernos de la capital y con los mismos el verano de la poesía. / Pero siempre él mismo en verano y en invierno. Su historia es de nunca acabar. Nació en 1940 en Río Negro y desde entonces emprendió su peregrinación en esa búsqueda incauta de la poesía por la tierra baldía de su barrio. En ese transitar, una bandera que proclamaba la Nada fue señal de la predestinación… Este hijo pródigo de sastres, con fama de cuchillero en su barrio, y a quien le negaron el grado de bachiller en 1958, se convirtió en uno de los grandes poetas de su patria y merecedor de importantes premios de poesía” (cita: Fabián Rodríguez)
Actualmente, Jotamario Arbeláez continúa ofreciéndonos el goce de una obra que nos seguirá inspirando y recordándonos que
«Nada es para siempre».
JMA: –“Ha llegado el tiempo de los asesinos, clamaba Rimbaud. En mi país ha llegado la guerra. Luego ha llegado el tiempo de los poetas. ¿Y qué puede hacer un poeta en la guerra aparte de no dejarse matar? ¿Aparte de tomar nota para la epopeya futura? ¿Deberá dirigirse a los bandos en trifulca y clamar por una paz boba? Lo único que le queda es no embanderarse, porque en el bando que se ponga la lleva perdida, ya que ningún bando tiene razón. Sobre todo si desconoce las razones del otro–”
PODCAST DE POEMAS DE JOTAMARIO ARBELÁEZ
POEMAS
POSTAL SIN RETORNO
Cuando me pidieron que señalara en el mapamundi
el sitio de la tierra donde quisiera que mi vida
se eternizara
no pude el dedo en Providencia
ni en Camagüey
ni en Pernambuco
Puse a girar la esfera mientras pienso
dónde estarás
DIA GNÓSTICO
Si sale el sol es para arruinar la cosecha
Si se presenta la lluvia se desbordan los ríos
Si encendemos la chimenea se quema la casa
Si abrimos la ventana se nos entra un murciélago
No es que el Señor haya perdido el control del planeta
Es que mi amada está enferma
ANTEPASADOS
Mis antepasados entraron a sangre y fuego en América conquistando y arrasando
Mis antepasados se defendieron con los dientes de esta invasión de bárbaros
Mis antepasados buscaban el oro para cuadrar las arcas de sus monarcas y saciar sus
propias sedes
Mis antepasados ocultaron el oro de sus ritos al sol bajo tierra y bajo las aguas
Mis antepasados nos robaron la tierra
Mis antepasados no pudieron recuperarla
Cómo siento en el alma no haber estado en el cuerpo de mis antepasados
¿De parte de cuál de mis antepasados me pondré contra cuáles?
POEMA DE INVIERNO
Llovió toda mi infancia.
Las mujeres altas de la familia
aleteaban entre los alambres
descolgando la ropa. Y achicando
hacia el patio
el agua que oleaba a los cuartos.
Aparábamos las goteras del techo
colocando platones y bacinillas
que vaciábamos al sifón cuando desbordaban.
Andábamos descalzos remangados los pantalones,
los zapatos de todos amparados en la repisa.
Madre volaba con un plástico hacia la sala
para cubrir la enciclopedia.
Atravesaba los tejados la luz de los rayos.
A la sombra del palo de agua
colocaba mi abuela un palo de vela
y sus rezos no dejaban que se apagara.
Se iba la luz toda la noche.
Tuve la dicha de un impermeable de hule
que me cosió mi padre
para poder ir a la escuela
sin mojar los cuadernos.
Acababa zapatos con sólo ponérmelos.
Un día salió el sol.
Ya mi padre había muerto.