Alberto Rodriguez Tosca
Nació en Artemisa, La Habana, Cuba, en 1962. Poeta, ensayista y narrador. Ha publicado Todas las jaurías del rey (Premio David de Poesía, 1987), Otros poemas (Premio Nacional de la Crítica, 1992), El viaje (Ediciones Catapulta, Colombia, 2003), Las derrotas (Ediciones Unión, 2006). Sus poemas y cuentos han aparecido en antologías publicadas en Cuba, España, Argentina, México, Colombia, Venezuela, Puerto Rico, Austria, Italia y Estados Unidos. Reside en Colombia desde 1994. Dirige un taller de escritura en la Casa de Poesía Silva.
Poemas
Letanía del dragón
de Claudiantonia
En el tatuaje de tu espalda consigo adivinar las líneas que faltan
en las palmas de mis manos.
Sobre la tinta verde se despliega la angosta geografía que alguna vez
configuré en un sueño y nunca más y nunca
volvió a rasgar con su filosa realidad el entusiasmo de mis noches.
Ahora recorro el paisaje el dibujo encerrado la silenciosa explosión
que retiene tu piel
como un mensaje para nadie escrito en una piedra invisible y lanzado
con amorosa furia y para siempre al abismo del mar.
Confusión de los peces
que se refugian en torno y murmuran con acento grave la voluptuosidad
de la grafía el sonido interior las canciones el peso
de los significados que ahora asciende y yo escucho encima de este
océano inmenso
mal repartido entre la severidad de mi insomnio y el sabor el vaho
la amarga paz que despide tu cuerpo al dormir.
A duras penas
logro separar la corporeidad del vacío y los alegatos de la alucinación. Grabo
en el aire una falsa leyenda y comienzo mi lectura de la soledad
con un gesto aprendido a propósito en las madrugadas de ayer. Hay
una predestinación en la agonía no
despiertes ahora duerme finge que estás viva duerme no despiertes nunca.
Si al menos cesara el tableteo del reloj su inclemente neón arrojando
números a la pantalla con la misma celeridad con que avanzan las sombras
Hacia las fantasmales afirmaciones del espíritu ¡si irrumpiera
al menos en la habitación la memoria de este instante grabado con lava
rencorosa en el mapa de una vida anterior! Yo
sabría qué hacer
cómo acunar la lengua del dragón para que fuera salterio su fuego y no
himno crónica de la miseria y no
recuento miserable del fuego común respirando por la lengua
de los dragones comunes para complacer el hambre de fiesta de este circo
ya no humano
que desborda sus graderías de aplausos sombreros al viento vivas
al dragón que sufre en silencio porque nadie comprende
su ademán su grito su mueca profunda detenida en la alta noche
sobre la espalda de una mujer desnuda.
Duerme.
Ya no tienen remedio los caminos que erré. Encontrarán su castigo
en los tribunales del alba. No despiertes ahora duerme no
conozcas mi nuevo rostro. Ruego
porque no hayan entrado a tu sueño los artificios de mi dolor duerme.
No escuches ni siquiera mi ruego. Duerme duerme no despiertes ahora.
Nunca.
Viéndolas llegar a la Universidad
Cuántas de estas muchachas
amanecieron hoy en brazos de otro,
después de haber hecho el amor una
y otra vez en el largo delirio de la infancia
crecida. Cuántas reventaron de fiebre
esta mañana mientras yo convalecía de mí
y me abrazaba a mis sudores como un náufrago
se abraza a un tronco para soñar con una orilla.
Con cuántas orillas y frutas y veranos soñaron
estas muchachas hoy al final de la ruda faena.
Yo las veo subir las escaleras de la Universidad
y se me parte el alma. ¡Cómo envidio a ese otro
que esta mañana deambuló en sus senos, se ahogó
en sus labios y murió en sus caderas! Cuántas
de estas muchachas imaginan que en la ciudad
un hombre se muere por ellas y madruga sólo
para verlas subir y deletrear con letras ciegas
las habilidades de sus cuerpos desnudos
contoneándose al ritmo del tic tac de un reloj.
¡Si supieran estas muchachas lo que vaga ese hombre
al verlas pasar con el pelo aún mojado y la sonrisa
del placer todavía desarmándose en sus bocas! Si
lo supieran, dejarían de subir las escaleras y correrían
a comprar una cuerda para llegar a su balcón y secarle
esa lágrima que corre sólo por ellas que amanecieron
hoy en brazos de otro haciendo el amor una y otra vez
en el largo delirio de la infancia crecida.